Porque están juntos. Hoy y para siempre.
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El salón de actos está abarrotado. Los cuchicheos de muchos de los familiares acomodados por las distintas butacas disponibles se agolpan a faldas del escenario, que está iluminado por focos diversos. El resto de la sala está en una oscuridad parcial, para así limar las distracciones lumínicas innecesarias. El festival de Año Nuevo ha comenzado y las actuaciones de los numerosos niños no se harán de rogar mucho más.
Volkov, apresurado, se adentra al colegio con la hora pegada. Ha estado discutiendo con Maia toda la mañana para hacerse con apenas dos horas libres ahora, las que durará el evento escolar. A pesar del intento de prerrogativa (fallido, como se podría esperar), su jefa y cuñada le cortó las alas al decirle que este día, concretamente, tenían pilas de trabajo que abordar, demasiadas para que, en sus palabras, "su querido cuñado fuese corriendo como un imbécil a ver el espectáculo de su hija".
Decir que Volkov casi le propina un golpe para ahorrarle la rinoplastia médica sería quedarse cortos. Obviamente, tenía mucha más educación que su horrorosa cuñada, así que sólo le contestó con un "no se preocupe, señorita Maia, que tengo claro que su sobrina le importa una puta mierda. Pero tenga USTED claro que a mí no me va a tocar los cojones, porque le recuerdo que su sobrina es mi hija y no pienso faltar a su audición de Año Nuevo".
Y con un par de palabras filosas más e insultos en ruso, Maia había cedido. Pero, aun así, siendo tan rastrera como habituaba, retuvo a Volkov hasta el último segundo para que el ex-comisario tuviese que galopar como un desquiciado ahora.
Entra por la puerta superior del colegio, la de conserjería, y Volkov da su nombre a la conserje, que le da el acceso con ciertas alegaciones de que se debería apresurar, que el espectáculo estaba a punto de inaugurarse. Si lo cronometraran, Volkov hubiese batido récord olímpico sólo con el trayecto desde ahí hasta el salón de actos. A pesar de que trota como un demente hacia el salón, se recompone justo antes de entrar y accede con mucha cortesía y modosidad, intentando importunar lo menos posible.
Dos niños de la edad de su hija dan un discurso de apertura estudiado. Volkov se agacha un poco, para no ensombrecer el tránsito lumínico de los focos, y busca a su marido con la mirada, enfocando a la zona de asientos donde le dijo que estaría. No lo encuentra con un rápido barrido visual, así que sigue peinando a los asistentes con la mirada, en búsqueda de esa cresta roja y blanquecina inconfundible.
Para su no sorpresa, la acaba encontrando, porque es el único peinado que "desentona" con el resto, bastante más mundanos y casi réplicas los unos de los otros. Se dirige hacia allí, tratando de no destacar, y llega a los segundos.
—Привет— dice Volkov a media voz, evitando que se le oiga excesivamente. Se retira la gabardina y su tono sale supeditado a la carrera, con lo cual: más cansado.
Charlotte, Horacio y Nikolai ladean su cara hacia él, en ese orden, porque su suegra está más alejada y su cuñado más cercano en distancia. Le devuelven el saludo y Nikolai recoge sus piernas para que Volkov pueda pasar y sentarse entre Horacio y él, ocupando el asiento que le tenían reservado.
Volkov se vence hacia su izquierda antes de colocarse del todo, sólo para darle un casto beso en los labios a su esposo.
—¿Dónde estabas?— le pregunta Horacio al separarse, viendo cómo su marido se coloca la gabardina sobre las piernas y se intenta peinar los finos pelos canosos que desacatan la voluntad de su gomina.
—Tu hermana— contesta Volkov con simpleza. El asco se le aglutina en las cuerdas vocales también, y Horacio niega con la cabeza mientras devuelve la mirada al escenario iluminado.
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Despertares - [Volkacio]
FanfictionLo verdaderamente positivo, y lo que único que importa, realmente, es la felicidad. Sin importar de qué manera; sin importar en qué momento. Incluso con las adversidades, con los problemas acechantes, con los reveses y con los virajes, Horacio y Vo...