Narración de arbitro.
Llegamos a la hora acordada. Los chicos preparaban las armas.
Carlos estaba pasándole un trapo a la escopeta. Siempre fue muy confiado en cuanto a sus dotes al disparar de cerca, no hay nada que escape a su vista a corto alcance.
Al otro lado del coche se encontraba César, estaba mirando constantemente el reloj. Era también una manía suya, le encantaba hacerlo todo a la hora especificada, si nos retrasamos o adelantamos por unos segundos se pone histérico.
Un par de jóvenes se encontraban conmigo: Timoteo y Augusto. Ambos especializados en el cuerpo a cuerpo. Pecan de ser demasiado impulsivos a veces, pero creedme, son muy buenos chicos. Están con nosotros por ciertos temas con sus padres, no quise preguntar demasiado.
En el interior del coche, de chófer, teníamos a Pablo. Es repartidor, por lo que está acostumbrado a tomar atajos, ir a una velocidad no muy recomendable...
El resto de hombres son igual de importantes para esta operación, me sé nombres y apellidos hasta de sus familias... Espero no tener que hacerles una visita para malas noticias...
Yo, Mateo, soy el líder, formé esta banda en base a los principios que me enseñó mi abuelo: roba al rico y mata al culpable, jamás derrames sangre de inocentes, jamás. Y, así lo mantuve hasta hoy... Pero, es probable que todo eso cambie el día de hoy.
Al dar un par de golpes en la puerta la fiesta comenzó.
Del otro lado salió un hombre con un revolver. Dio un par de tiros hacia el coche.
Me moví lo más rápido que pude lejos de las balas. Los muchachos comenzaron el movimiento. Disparos y más disparos.
Un par de muchachos gritaban, y golpes se escuchaban.
Sangre salpicaba hacia mi dirección, y no sabía bien como actuar.
Hasta que escuché una explosión. Asomé la cabeza.
Pedazos de mis hombres esparcidos por el suelo. Las tripas y órganos internos de quien demonios fuera esparcidas por todos lados.
El coche destrozado, y la guerra continuaba.
Tomé una tubería que había tirada en el suelo. Golpeé la cabeza de un hombre distraído. La destrocé.
Carlos disparaba a los enemigos. Tres personas cayeron.
Del interior del edificio no dejaban de salir hombres y más hombres.
Me harté.
Di un salto, y fui impulsándome por las cabezas de los que venían hacia mí. Parecía de ciencia ficción, o sacado de cualquier serie.
Tubería en mano destrozaba los cráneos que había bajo mis pies.
Cesar me animaba a la distancia, mientras reventaba el pecho de un chico de tez morena. Golpeó la cabeza del mismo cuando tocó el suelo.
Sonreí para mí, evitando pensar en el hecho de que muchas de estas personas no tendrían nada que ver con el desquiciado que nos ha traído a esta locura.
Pablo trataba de que nadie tocara el coche. Revolver en mano disparaba con tan buena puntería como poseía. No era demasiado bueno, pero era certero en ocasiones.
Me adentré en el edifico... Era un caos.
Dos niños lloraban al lado de una mujer que estaba a punto de morir desangrada.
En el techo colgaban más cadáveres, mis ojos apenas podían creer lo que estaban viendo. Aguantaba las ganas de vomitar.
En la misma sala, al final, unas escaleras subían hacia el siguiente piso. Rodeadas por mesas y una pequeña barricada, para que los civiles no tuvieran acceso a las mejores plantas.
Otro niño corría de aquí para allá con cuencos llenos de agua y toallas limpias (o, al menos, no tan sucias como este estercolero).
Avancé por la sala y me acerqué a la barricada. La salté sin apenas problemas. Subí las escaleras hacia el siguiente piso.
Este era más normal, de hecho, era el último. La persona a por la que venía se encontraba sentada, bebiendo de una botella medio rota de vino.
Sus ojos con líneas rojas, y las pupilas completamente dilatadas.
Tres hombres se alertaron al verme entrar. Lancé la tubería hacia uno de ellos. Dejándolo inconsciente al instante.
Saqué mi pistola de debajo de la chaqueta, y dos disparos a la cabeza acabaron con el resto.
Sus cadáveres adornaban el suelo, no sabía ni quienes eran, pero si sé que tenían que ver con todo lo que pasaba ahí abajo.
Mis hombres peleaban como animales, los podía escuchar por las ventanas. Avancé hacia la mesa.
El líder me miró con rabia, odio. Pero la mía era tranquila, relajada, la misma que debía tener un depredador antes de devorar a su presa.
No tenía ninguna preocupación, a diferencia de ese hombre de piel pálida y amarillenta. Estaba a pocos años de morir por una sobredosis, y yo aceleraría ese proceso.
—Esto nos ha llevado demasiado tiempo, Adam. —dije con voz ronca. —
—Si quieres matarme, hazlo ya. No tardarán en venir los refuerzos de todos modos.
El hombre parecía confiado. Esbocé una sonrisa cansada.
—No, Adam, no va a venir nadie a salvarte esta vez. Antes me tenías a mí, pero ahora... Mírate bien, eres un puto drogadicto que no sabe ni donde está ahora mismo. Hazte un favor...
Apunté el arma a su frente.
—Muere.
Apreté el gatillo, y de repente, toda la pesadilla había terminado.
Las familias de mis hombres podían descansar, el autentico problema había sido erradicado... Pude escuchar lo que esa mujer en apuros tenía que decirme... Y así es como todo esto acaba.
Un final feliz. Uno con el que siempre soñé.
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Escritubre 2022
General FictionEs como el inktober sólo que cada día tengo que escribir sobre un tema. La idea no es original es de la youtuber: Lorena Amkie.