𝗧𝘄𝗼

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Hacía calor

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Hacía calor.

Hacía mucho calor.

Ranpo estaba consciente de en lo que se metía, incluso buscó como aliviar dolores hechos por un alfa en celo, pero en serio no estaba preparado para ésto.

Una hora antes, habían llevado a cabo lo acordado, hablando sobre lo que estaba a punto de ocurrir si proseguían.

Decidieron que era correcto querer continuar, y ambos aceptaron tratar con lo que viniera después, ésta decisión era importante, y lo pensaron seriamente con pro's y contras de por medio.

Se encargaron de traer agua y bebidas energéticas a la habitación, sobre todo mucha agua porque la necesitarían, junto con algunos pañitos húmedos para limpiarse, lo más seguro es que terminarían muy sucios.

El castaño incluso sugirió traer un par de dulces o postres para después, así Ranpo recomponía energías y descansaba un poco comiendo algo, Edgar sabía que seguramente estaría agotado, y asegurarle comodidad era lo que menos podía hacer en éste momento.

Iniciaron con mucha más calma de lo que el azabache esperaba, por un momento incluso creyó que se le encimarían apenas empezara a sacarse su camisa.

Edgar seguía siendo muy delicado en un inicio a pesar de notar como temblaba de expectación, su mandíbula se apretaba tanto como para jurar que escuchó sus dientes rechinar una vez, no quería perder la lucidez tan pronto, no correspondía que fuera tan pronto.

Las caricias eran algo toscas y rígidas, pero Ranpo no podía decir que estaba disgustado con ellas, sería descarado decir que lo estaba; por primera vez, su pareja no tomaba tanto cuidado, no pedía permiso por absolutamente todo, y era agradable.

Los besos eran muy rápidos y exigentes, no podía hacer más que abrir la boca y dejar al mayor tomar lo que deseara,ni separarse era posible cuando fué enjaulado contra la cama.

Había mucha saliva de por medio, la cual colgaba entre sus lenguas creando sonidos húmedos y desastrosos, no podía deducir de quién era en realidad de lo combinada que estaba. Casi se ahogaba de lo que le costaba tragar también, apenas había momentos para tomar aire antes de volver a juntar sus bocas otra vez, como si respirar no fuera una necesidad biológica.

Las mordidas eran fuertes, no eran hechas a conciencia más tampoco eran tan terribles.

Dolían y quemaban, pero eran demasiado cegadoras como para preocuparse por si quedaban moradas en un futuro, nada que alguna cremita no arreglaría después.

Para cuando su pareja empezó a jugar con sus pezones, tironeandolos y acariciando toda exención de piel a su alcance, rasguñando en el proceso, ya no podía distinguir donde estaba el techo y el suelo, no le importaba sinceramente.

Beta | bsdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora