1

198 19 3
                                    

—¿Quieres jugar? —preguntó Selim, agarrando mi mano.

Le dirigí una mirada rápida a mi padre, quién asintió, indicando que fuera con él. Suspiré y sonreí.

—Nos vemos luego, papá —dije, caminando con el pelinegro hacia su habitación.

—Qué alegría que se lleven así de bien en tan poco tiempo, ¿verdad, coronel? —dijo el Gran General, sonriendo.

—Sí... —respondió papá.

No llegué a escuchar más, ya que entré en el cuarto de mi nuevo “amigo”. Conocí a Selim de casualidad, cuando me vi obligada a acompañar a mi padre a hablar con el Gran General, ya que no tenía con quién quedarme y le asustaba –aunque no quisiera admitirlo– dejarme sola. Mientras charlaban sobre cosas del ejército, Selim entró en la sala y Bradley nos presentó. Aquel día conocí a Selim, pero no fue hasta unas semanas después que conocí a Pride, el homúnculo. Quise hablarlo con mi padre, contarle la verdad sobre su tapadera y la de Bradley, aunque quise hacerlo, no pude.

—¿En qué piensas? —preguntó serio, sacando unos soldaditos de su estantería repleta de libros.

—En nada especial —mentí, dando una sonrisa nerviosa—. ¿Jugaremos otra vez a las guerras?

—Sí. ¿Por qué? ¿No te gusta? Puedo conseguir más juguetes —puso tono de niño bueno.

—Selim —nombré—. No sé si deberíamos... —me interrumpió antes de que terminara.

—No quieres seguir jugando conmigo, ¿verdad? —dijo, ahora de forma tétrica—. ¿Ha sido tu padre? ¿Te ha dicho que no te juntes conmigo? Me encargaré de él si es así.

—¡No! —exclamé al instante—. No es eso...

—¿Entonces qué? —se cruzó de brazos.

—Nada. ¿Puedo pedirme ser militar? La última vez masacraste mi pueblo —recordé.

—Puedes estar en mi bando —accedió—. Tú diriges las tropas y yo me encargo de usar de sacrificio a todos los que haga falta —sonrió, montando el pueblecito que tendríamos que destruir un poco más tarde.

Cuando me enteré de su secreto, no pude contarle nada a nadie, ni siquiera a mi padre, el alquimista de la llama. Selim, no, Pride amenazó con matarlo a él y a Riza. No podría soportarlo. Riza es como una madre para mí. El simple hecho de pensar en ello me mareaba. Y, como ya había imaginado el peor escenario posible, la habitación comenzó a dar vueltas. Antes de darme cuenta, estaba a punto de caer al suelo, ya me habría golpeado la cabeza de no ser por unos brazos hechos de sombra que me sostuvieron.

—Ten más cuidado —pidió.

—Gracias, Selim... —murmuré.

Después de jugar un rato, entró su “madre” con una bandeja de plata.

—Os traigo unos pasteles y unas tazas de té —sonrió, entrando sin tocar la puerta.

Eso molestó mucho a Selim, pero, manteniendo su tapadera, no mostró sus verdaderos sentimientos. Pasadas las horas, ya tenía que marcharme.

—Supongo que debo irme ya —comenté.

—Claro —me abrazó—. Espero verte mañana.

Me sobresalté cuando dijo «mañana» y parece que lo notó.

—¿Qué ocurre? —alzó una ceja.

—No creo que pueda venir mañana... Tengo cosas que hacer y...

—¿Me estás dando calabazas?

—¿Qué? No, no. Sólo que debo pasarme por la Central para ayudar a mi padre con unos informes —excusé.

El lugar se volvió negro y múltiples ojos y bocas sonrientes aparecieron decorando el fondo negro que se apoderó de cada rincón. No era la primera vez que presenciaba una escena así de su parte, aún así, me causó tanto miedo como las otras veces.

—No importa. Ya sabes lo que pasará si dices algo que no debes —acarició mi mejilla y despistó un beso en ella.

Cuando su padre entró, todo volvió a la normalidad antes de que se percatara. Corrí a abrazar a papá y me despedí de Selim. Todavía no entiendo lo que ocurre en el ejército ni en la alquimia ni con los homúnculos. ¿Qué son? ¿De dónde vienen? ¿Cómo puedo deshacerme de uno?

Subimos al coche, conducido por Riza. Durante el camino no dije una palabra. Mi mente estaba en otra parte, supongo.

—Hay algo extraño en él —opinó papá, rompiendo el silencio.

—¿En Bradley? —cuestionó Riza.

—No, en su hijo.

Un ojo apareció en mi ventanilla, lo que me alertaba de que él me seguía observando.

—¡No tiene nada de raro! —exclamé—. Es muy agradable estar con Selim...

La mirada de papá me decía que era consciente de que estaba mintiendo.

—Entiendo. Si tú lo dices, será cierto. He sacado conclusiones sin argumentos.

Si pudiera contarte toda la verdad, papá.

Orgullo [Pride x tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora