Capítulo 8

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Oliver Brent

Estaba hablando. Yo le habría puesto atención a la conversación, pero no era mi asunto, parecía tan furiosa y no me di cuenta por la vena que sobresalía en su frente sino por el insulto que no fue en voz baja o disimulando. Mamá procuraba no maldecir frente a nosotros, casi nunca. Guardó la compostura mientras me miraba fijamente desde el otro lado de la sala, lo único que podía hacer era llevar lentamente la cuchara con cereal y leche a la boca.

Maldito déjà vu.

—¿Era papá? —me atreví a preguntar.

—No, era su abogado.

—¿Víctor? ¿Le acabas de decir "hijo de la chingada" a Víctor?

—Me escuchaste o ¿no?

—¿Por qué te llamó él?

—Porque tu padre es un cobarde.

Eso no sonaba nada bien.

Para este punto ya tenía miedo a preguntar. Pero cuando Effy entró, mamá me dio una señal que básicamente me indicaba que no mencionara nada y yo no tenía intención de llevarle la contra.

A decir verdad, yo no estaba enterado de cómo estaban las cosas entre mis padres y lo más seguro era que Theo tampoco tendría ni idea, pero esto me estaba diciendo mucho.

Más tarde y dejando atrás lo que había pasado, salí rumbo al vivero. Mi abuela ya estaba ahí junto con Elena y al poco rato llegó Daniel.

Revisé la hora en mi reloj cuando la vi entrar, 15 minutos tarde. Dejó sus cosas y Elena se acercó a ella, seguramente a pedir una explicación por la tardanza.

—Bien, lo primero es regar y luego tenemos que trasplantar —dijo Daniel—, ¿Crees recordar lo que te enseñé sobre eso?

—Lo haría, pero estoy seguro de que no mencionaste nada sobre trasplantar.

—Basta con que digas que no pusiste atención.

—Te puse atención, pero la semana pasada hablaste más sobre tu perro que sobre técnicas de jardinería.

—No hablé mucho de Foster.

—Un poco.

—Bien, tal vez lo hice —dijo apenado—. Te diré que plantas toca regar y cuando termines me vas a buscar a la parte de atrás.

Que más me quedaba, Asentí con la cabeza y me puse a hacer lo que dijo. Cuando llegué a la parte de enfrente Camelia estaba con despidiendo a una clienta. No habíamos hablado desde aquella tarde.

—Mierda —dije, cuando por andar volteando me cayó agua en los tenis.

Ella que había visto toda la escena comenzó a reír sin disimular.

—Por andar de chismoso.

—Yo no...da igual —no quise continuar porque obviamente ella tenía razón.

—¿Tienes un don para estar en los momentos menos apropiados?

—Todo lo contrario —dije.

Regresando al tema de momentos inapropiados.

—¿En verdad quieres hablar de eso?

Ignoró mi pregunta.

—Se supone que ya no irías al mirador al mirador —finalizó.

—Es cierto, pero dijiste qué tú no tenías intenciones de regresar —me hundí de hombros, con la intención de apartar mi mirada, pero hice lo contrario, me acerque a sonde estaba para preguntar: —¿Cómo estás?

Tan simple como esto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora