Oliver Brent.
Las noches eran demasiado largas, constantes sueños que se volvían pesadillas y me obligaban a despertar. Habían pasado semanas desde la última vez que pude dormir cinco horas seguidas, pero el hecho de no dormir lo suficiente la noche anterior no importaba, y por más cansado que estuviera me obligaba a mí mismo a salir de la cama día tras día.
Arrojé mis piernas sobre el borde y puse mi cabeza sobre mis manos, me quedé así por unos minutos, suficientes para caer en cuenta que no estaba en mi departamento de estudiante, ni siquiera en la casa de mis padres.
Por supuesto, la casa de mi abuela en las Amapolas.
¿Qué pretendía con pasar el verano en ese pueblo?
Había llegado hace tres días para ser exactos, era una pésima idea que había tenido mi madre y de la cuál yo me enteré a las pocas horas de haber llegado a casa para las vacaciones.
Negarme no sirvió de mucho, no sirvió de nada realmente y menos cuando las lágrimas de mi madre se hicieron presentes. La comprendí, quería una salida, ella estaba igual o más dolida que yo. Si la pérdida de un hermano te lleva al borde del abismo la de un hijo es el impacto de la caída.
Aún así llamé a Theo antes de tomar una decisión definitiva, sorprendentemente estaba de acuerdo con los planes de mamá, lo pensé por un breve momento después de colgar. De cierta manera él nunca era de complacer a nuestra madre y lo había demostrado. Ella le sugirió que estudiara una carrera en algo de economía porque se le daba bien, ¿Qué hizo él?, se graduó en física. Ella no quería que se fuera de intercambio al otro lado del país, ¿Qué hizo él?, decidió estudiar una maestría en Canadá.
Dejé escapar un suspiro antes de ponerme de pie y vestirme.
Cuando bajaba las escaleras escuché como la puerta principal se cerraba, seguramente era mi abuela que salía para el vivero.
—Oliver, que bueno que bajas —fue lo primero que dijo mi madre al verme—. Prepararé el desayuno, llevaré a tu hermana a comprar algunas cosas que necesita.
Asentí con la cabeza y fui en busca de una taza para prepararme un té.
Mi hermana llegó a la cocina a los pocos minutos.
—¿Así que necesitas unas cosas?
—Ni preguntes, mamá buscaba cualquier pretexto para salir y aproveché —susurró.
—Bueno, aprovechando tráeme más té y una botella de miel, ¿no? —dije mientras tomaba un sorbo de té.
Effy puso los ojos en blanco, pero aceptó.
—¿Dónde se supone que está Theo? —preguntó mi madre al terminar el desayuno.
—Son las 11 de la mañana, no esperes mucho de él a esta hora —contesté.
Mi madre y mi hermana salieron de casa y yo me quedé solo, sin nada que hacer y con un hermano mayor que despierta hasta la 1 de la tarde.
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Pasaron tres días en los que no salí de la casa. Por momentos me sentía demasiado aburrido, pero no había nada allá afuera para mí. Todo lo contrario, para mí madre que al parecer había reconectado con sus viejas amigas. Supongo que mi abuela notó eso y me puso a desempolvar sus estantes antes de salir. Estaban lleno de caos, aunque parecía ordenado empecé quitando todo pensando que sería más fácil. Me equivoqué.
Encontré en medio algunos álbumes de fotos, en donde me entretuve viendo a mi mamá mientras comía una manzana en los brazos de mi abuelo, otra donde estaban todos juntos: mis abuelos y sus tres hijos. Mi abuelo aparecía en muchas. Me pregunté si mi abuela no se acercaba a reordenar esto muy seguido por no querer toparse con recuerdos.
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Tan simple como esto.
Novela JuvenilSi el insomnio fuera dinero definitivamente Oliver Brent sería millonario. Las cosas no fueron lo mismo, no desde del accidente, pero por lo visto tampoco será igual después del verano en las Amapolas, ¿Dónde se había ido esa presión en el pecho?, ¿...