Una elección y una respuesta.

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A la mañana siguiente las criadas ayudaron a poner lo más bella posible a Elena, con el traje que su madre había escogido para dicha ocasión, y no era para menos, sería presentada en privado junto con las demás candidatas a la reina madre y a la reina viuda, las cuales eran muy estrictas según lo que se había escuchado de las mismas, ante esto Elena se puso demasiado nerviosa, pero cogió coraje de lo más profundo de su ser, ya que deseaba que todo terminara lo más rápido posible, no veía las horas de salir corriendo, puesto que era una responsabilidad sumamente asfixiante, además del corpiño que la estaba apretando hasta el punto que casi ni podía respirar.

-Señorita Elena, tiene que ponerse este lazo en su pecho a la altura del corazón, de esta manera sabrán las reinas que usted es del reino norte.- entregándole un lazo de color rojo carmesí, con adornos dorados.

- La verdad es que está muy lindo, pero, parece una herida, ¿no lo creen?.-mirándose en el espejo, ya que le habían colocado un atuendo de color celeste pastel con detalles pateados desde el pecho hasta la falda, de forma que hacían que luzca como una sutil lluvia de estrellas, y las mangas de encaje finamente bordado, le hacían ver como una reina invernal, y el lazo hacía ver en cierto modo como una herida abierta que deseaba florecer.

- ¡Señorita, se ve muy linda! ¡Estamos seguras de que será una de las escogidas!!.- todas las criadas quedaron encantadas con el trabajo que habían realizado y sobre todo por la belleza que radiaba Elena.

Había culminado los preparativos, y el duque esperaba a Elena afuera de sus aposentos para que la dirigiera al salón donde estaban las postulantes.

- Solo actúa lo más natural posible y solo habla lo que te diga la reina.- dando una mirada sutil.

- Entendido.- mientras trataba de caminar sin caer ante lo pesante del faldón

- ¿Duque, disculpe estarán mis padres?.- preguntando algo dudosa Elena, ya que no deseaba ver en especial a su madre, porque lo único que daría sería una sensación de incomodidad y presión, la cual ya tenía de sobra.

- No te preocupes, ellos están en el gran salón, con los otros tutores y padres de las jóvenes, esto es algo... más íntimo.- mientras se aclaraba la garanta en respuesta.

Elena había llegado con el duque a un pasadizo, el cual direccionaba al parecer a las recámaras imperiales de la reina, y en donde la esperaba una escolta de damas de la corte, y guardias, que al ver su presencia, realizaron una venía, y dieron pase hacia el salón.

- Con ustedes ELENA DEL REINO NORTE, ACOMPAÑADA DEL DUQUE NICOLÁS.- indicando a toda voz la guardia imperial. 

El duque indicó a Elena que realizara una reverencia al entrar y se acomodara hacia la derecha donde estaban las demás candidatas.

En ese momento se escuchó una voz fuerte y a la vez maternal, siendo la reina madre, que salía detrás de unas finas cortinas para poder apreciar mejor a las candidatas, ya que ante los ojos de los súbditos no debían de ver a su alteza a menos que lo permitiera.

- Veo que son muchas jóvenes, que entre intereses y pasatiempos deben de tener algo en común, desear ser futuras reinas de esta nación, pero les digo que lo que se busca es más que una compañera de vida, se necesita una persona que pueda gobernar esta nación, que sepa como poder domar a las bestias más feroces que intimiden al rey, y sobre todo el poder dar un heredero al trono de esta familia, el mayor regalo a una nación será el fruto de sus vientres, por lo cual solo deseo a la mejor entre ustedes.- caminando de inicio a fin para poder observar a cada joven.

- Bueno, creo que no debes de ser tan estricta, querida reina.- caminando desde su asiento la reina viuda.- con ayuda de una dama de la corte.

- Querida suegra, por favor no se levante, las señoritas saben muy bien su posición el día de hoy.- dando una mirada fulminante a las candidatas.

El hijo de la emperatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora