capítulo tres

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Capítulo tres

"Porfavor... porfavor... detente" suplicó.

¿Detenerse? Pero si ya le había cortado una pierna, ya le había abierto el estómago y había sacado gran parte de sus órganos.

¿Detenerse? Cuando ya había masticado parte de su pecho y se lo había comido. Bebiendo de su sangre como si de un vino caro se tratase.

No se podía decir que ignoraba esas súplicas, no le interesaba ignorarla. No, le gustaba escuchar esas súplicas, le llenaba de sentimientos el escucharlos suplicar, rogar, gritar y finalmente morir.

Sonreía en grande cuando estos se abogaban con su propio vomitó, se morían desangrado o por último les daba un infarto por todo lo que eran obligados a presenciar.

Los que tenían las desdicha de quedar vivos, hasta que él los lleve a su casa, les quite la ropa y los colgaba de cabeza para empezar a faenarlos, ellos tenían la desdicha de ver como aquel hombre hacia faena con los cuerpos sin vida primero, después con los que ya estaban mutilados y después seguían ellos, los que tenían la mala suerte de seguir vivos.

Todo era parte de su enfermo jugar, aterra-los poco a poco, hacerles desear que todo se acabe, mientras el los obligaba a presenciar lo que pronto harían con su cuerpo.

Comiendo de vez en cuando un pedazo de carne, bebiendo sangre o incluso follando a uno que otro cuerpo. Si, así vivía el día a día. Salir a cazar de noche y volver en la madrugada con su comida para toda la semana.

Así terminaban y comenzaba su día a día.

"Ba.. basta" lloro.

El pelirrojo hizo una cara de falsa tristeza, se acercó al cuerpo y dijo:

"Ustedes nunca pararon cuando de mi gente se trataba ¿Porqué debería de hacerlo yo?" El cuchillo en su mano se acercó a la cara del contrario, apretó su mandíbula para obligarlo a abrir la boca, y en un corte limpio y seco, le corto la lengua. El hombre empezó a ahogarse con su propia sangre. El pelirrojo comió su lengua con cierto gusto, y el otro murió.

.

"Mamá, terminé de leer"

"¿Si? Ven a desayunar entonces, hice bolitas de carne para ti" sonrió tan bonito como solo ella sabía hacerlo.

Jungkook ayudo a su madre a sentarse, rodeo la mesa y copio la acción, sentándose de igual manera. Como de costumbre su madre sólo se limitaba a verlo comer para luego recoger los platos y lavarlos, volviendo a repetir sus acciones, una y otra vez, cocinar, ver a su hijo comer, lavar y todo se vuelve a repetir.

No conversaban, solo se sentaban a comer y ya, era toda su interacción durante el día a día, bueno, excepto cuando Jisso le decía que libro leer, pero eso eran solo detalles.

Camino a su facultad, se encontró al chico nuevo, el cual para sorpresa de Jungkook solo tenía un pequeño corte en la mejilla, de la misma herida se podía apreciar unas gotas de sangre, pero no era nada alarmante, ni siquiera le causaba algún tipo de miedo.

El chico caminaba a su dirección, y si la vista no le fallaba a Jeon, juraría que este le estaba sonriendo, pero era imposible ¿Quién le iba a sonreír a alguien como el? Nadie que no fuera su querida madre le sonreirá a él. Mucho menos brindarle una sonrisa bonita en forma triangular como la de aquel chico.

"Hola" escucho la voz de aquel. Jeon por un momento se tenso, quedándose inmóvil. Se giro para verificar que fue a él al que le dirigieron la palabra, y no se equivoco.

Aquel chico sonreía a su dirección con una mano levantada, agitándola en acción de saludo.

Y oh, alguien compadézcase de Jungkook quien en todo su vida nunca había hablado con nadie que no fuera su madre, quien siempre había huido de cualquier interacción social, solo porque todos estaban mal, todos estaban enfermos, muertos, ensangrentados, todos estaban mal. Menos aquel chico.

El Caso Jeon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora