Para la primera media hora estábamos cerca de la autopista. Habíamos logrado cruzarnos con cientas de personas a pie y en auto, intentando escapar de la ciudad, pero sin lograr hacer contacto con ninguna, tal parecía que todos temían infectarse con tan sólo intercambiar miradas.
Mientras aún seguíamos en el auto, papá mantuvo la idea de encontrar una base militar o de ir directamente al aeropuerto para llegar de alguna forma u otra a Washington, dónde, según las emisoras de radio y los oficiales que se organizaban en la carretera, aseguraban que se encontraba el lugar más seguro del país; El Campo de Refugiados.
Al saberlo, la Señora Faris, la cuál nos había pedido cordialmente que le dijéramos Eleanor, estuvo de acuerdo con papá en ir hasta el aeropuerto.
¿Yo?, yo no dije palabra alguna, me limité a tranquilizar a Riley y a Tory, quiénes aún seguían con la imagen de sus padres fallecidos muy presentes en sus cabezas.
Rodeé con mi brazo libre a la pelirroja de mi derecha, sólo para soltarla un segundo después al oír el motor del vehículo comenzar a fallar.
No era necesario que alguno explicara lo que estaba sucediendo. Todos lo sabíamos, nos estábamos quedando sin gasolina.
— Recuerdo que hay una gasolinera a un kilómetro de aquí. ¿Crees que aguante hasta allí?.— Papá preguntó.
— Lo averiguaremos.— Sloane, detrás del volante, respondió.
―▭▬―■―▬▭―
Unos minutos más tarde llegamos a la estación de servicio, esperanzados de encontrar a alguien, pero decepcionandonos al ver el lugar completamente vacío.
Dentro, todo parecía haber sido saqueado por quién sabe quién. Las luces estaban apagadas y las estanterías casi desocupadas.
Papá me hizo llevar a las niñas al baño mientras él tomaba las sobras de comida que encontraba olvidadas.
Lo sé, lo sé, teníamos suficiente, pero claramente mi padre no pensaba lo mismo, mucho menos ahora que teníamos compañía.
Me quedé de pie, esperando a que mis primas salieran, cuando vi a Sloane pararse a mi lado mientras su tía cargaba el tanque de gasolina.
Le dediqué una mirada, pero ella pareció ignorarla. Su atención permanecía puesta en la pantalla del móvil que aferraba con su mano, el cuál, por su reacción molesta, parecía no poder agarrar señal. Y es que, lo veía lógico, estábamos en medio de la nada, dónde lo que menos podríamos encontrar sería una mínima conexión a internet.
La vi hacer un movimiento brusco cuando intentó regresarlo a su bolsillo trasero. Yo me limité a hablarle y, no porque no quisiera, si no porque el olor nauseabundo que su suéter desprendía no me dejaba pensar con claridad.
Me pregunté, mentalmente, cómo había terminado así.
Abrí la boca para inhalar aire fresco y, como si me hubiera leído la mente, la vi comenzar a quitarse la prenda de encima, haciendo que la camisa blanca que llevaba debajo se subiera un poco dejando al descubierto su abdomen.
Al notarlo desvíe la mirada hacia el suelo, escuchando de fondo cómo desechaba la prenda en el cesto de basura que se encontraba detrás de ella.
Sabía que me había ruborizado y temía que lo notara, pero como salvación, las Newton faltantes salieron de los sanitarios, dejandome entrar primera, antes de que Sloane viera mis mejillas enrojecidas.
ESTÁS LEYENDO
NEW T̶O̶W̶N̶ WORLD
Science FictionCuando un virus letal amenaza con transformar el mundo en una carnicería humana, Maisie Newton, una joven barista de 20 años, se verá obligada a emprender un viaje de supervivencia para mantener a su familia a salvo. Lidiando con la crueldad humana...