Capítulo 8. Hogsmeade.

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Al día siguiente después de su impactante conversación con Pansy Parkinson, Hermione se encontraba en el Gran Comedor con Harry y Ron. Por desgracia, no había tenido mucho tiempo para reflexionar sobre las palabras dichas por la Slytherin puesto que tenía un problema más urgente que atender:el dichoso libro de pociones de Harry.

—... ¡y entonces se produjo otro destello y volví a aterrizar en la cama! —exclamó Ron.

Le estaban explicando un hechizo que Harry había usado accidentalmente con Ron, donde éste había quedado suspendido en el aire. Hermione estaba comenzando a enfadarse, no había que ser muy intuitivo para adivinar de dónde había salido ese hechizo.

—¿No sería ese hechizo, por casualidad, otro de los de ese libro de pociones? —le preguntó a Harry, que frunció el ceño.

—Siempre piensas lo peor, ¿eh?

—¿Lo era?—preguntó con insistencia Hermione, a quien se le estaba agotando la paciencia.

—Bueno... Sí, lo era, ¿y qué?—Hermione golpeó la mesa con asombro y negó con la cabeza ante la estupidez que había hecho su mejor amigo.

—¿Estás diciéndome que decidiste probar un conjuro desconocido que encontraste escrito a mano y ver qué pasaba?—preguntó con incredulidad.

—¿Por qué importa tanto que estuviera escrito a mano?—replicó Harry molesto.

—Porque seguramente no está aprobado por el Ministerio de Magia—contestó Hermione—. Y también porque estoy empezando a pensar que ese príncipe no era de fiar.

—¡Fue una broma!—contestó Ron incrédulo.

A partir de ahí la conversación derivó en otros temas. Ginny llegó para entregar a Harry la próxima cita para sus clases particulares y, después de que se fuera, se prepararon para su primera excursión del año a Hogsmeade. Entre lo tedioso que fueron los cacheos de Filch para detectar artefactos tenebrosos y la pelea que tuvo Harry con Mundungus Fletcher al poco de llegar al pueblo, Hermione acabó agotada ya de buena mañana. Entraron a Las Tres Escobas y, después de tranquilizar a Harry tras la pelea, Hermione le sugirió a los chicos que regresaran a Hogwarts mientras ella iba a La Casa de las Plumas. Al salir del local se dirigió a la tienda a comprar recambios para sus plumas luchando contra el frío que comenzaba a hacer. Mientras caminaba hacia su destino pasó por Modas Tiros Largos y se detuvo en el escaparate para ver los abrigos en oferta. Hermione pensó que sería buena idea comprar algún jerséi o chaqueta ahora que comenzaba el otoño, así que entró en la tienda. Ojeó las prendas de invierno y cogió un par que le habían llamado la atención, dos jerséis de color marrón y rojo sin ningún tipo de detalle. Cosas básicas buscaba para ella. 

Pasó por la sección de vestidos y trajes de galas, la cual ignoró deliberadamente. Ella no utilizaría ningún vestido elegante pronto, no tenía ningún evento al que acudir exceptuando las cenas organizadas por el profesor Slughorn. Aún así, se detuvo al ver un precioso vestido blanco con lentejuelas, sin mangas y con la espalda descubierta. Mientras lo observaba se escuchó por detrás de ella el sonido de una cortina corriéndose, aunque no le prestó importancia. Tocó el vestido, que tenía un tacto exquisito, y fantaseó con la imagen de ella luciendo la prenda en un acto de gala.

—No sabía que te interesaba la moda.

La voz sonó detrás de ella, asustando a Hermione, que dio un respingo y se dio la vuelta para encarar a la persona misteriosa. Pansy Parkinson se encontraba frente a ella, luciendo un vestido rojo carmesí que se ceñía a las curvas de su cuerpo. Le quedaba perfecto, pensó Hermione con una mezcla de envidia y admiración.

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