Capítulo 3. Grease

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Nerviosa era poco para referirse a su estado. Estaba yendo al salón asignado del club de cine mientras repasaba mentalmente cómo organizaría a los alumnos, qué protocolo tomar si había alguna pelea o qué explicar a los magos que no entendieran algo. Internamente, Hermione pensó que McGonagall tomó una buena decisión al escogerla a ella para vigilar el club, ya que habían muy pocos prefectos nacidos de muggles o que, al menos, se hubiesen criado en el mundo muggle. Tan solo temía que Parkinson causara algún problema. Aunque acordaron que Hermione estaría con los miembros del club viendo la película mientras ella patrullaba los pasillos, eso no aseguraba que la Slytherin no causara ningún problema.

Llegó rápidamente al pasillo del salón del club justo media hora antes de que empezara a proyectarse la primera película, la cual sería 'Grease'. McGonagall les comentó en privado al día siguiente de entregarles los horarios que querían que la primera película fuera simple y entretenida para los alumnos que no sabían sobre cine. Aunque no estaba del todo contenta con la elección de la película, Hermione consideró que un musical sería lo suficientemente entretenido para mantener ocupados a los alumnos. 

Cuando llegó a la puerta del salón donde se verían las películas escuchó unos pasos detrás de ella. Se paró y, tras unos segundos, vio cruzar la esquina a las profesoras McGonagall y Burbage y al profesor Flitwick. Los tres profesores la saludaron y entraron con ella dentro del salón, donde había una gran pantalla donde se reproducirían las películas. Le recordó a cuando en su escuela muggle tenían una donde de vez en cuando su profesora ponía películas y documentales. 

El salón se encontraba vacío, a excepción de ellos cuatro. Todavía quedaba media hora para que comenzara oficialmente la primera sesión de El Club de Cine. Hermione se encontraba sorprendida con la cantidad de compañeros suyos que se habían inscrito, siendo la mayoría de ellos nacidos y criados en el mundo mágico. Esperó, por pura lógica, que la mayoría de los que se apuntaran fueran nacidos de muggles, pero su intuición le falló.

—Señorita Granger—la profesora McGonagall la llamó.—¿Sabe usted cómo encender el reproductor?

—Sí, profesora, no es complicado. Tan solo hay que apretar el botón de encendido y elegir la película.

—Se nota que es la alumna más sobresaliente de su año. Nosotros tardamos una semana en descubrir cómo se encendía, ¿verdad, Filius?—comentó la profesora Burbage codeando al profesor, quien se acomodaba las gafas nervioso.

—Sin duda, Charity. Y ninguno se dio cuenta de que había un mando remoto.

—Tenga, señorita Granger. La profesora Burbage configuró esta mañana el reproductor, usted solo tiene que darle al botón de inicio y cuando termine la sesión apagarlo—la profesora McGonagall le entregó el mando del reproductor y lo guardó en uno de sus bolsillos.—Hoy solo habrá una película, pero a partir de la próxima semana y dependiendo de cómo vaya el club pondremos una sesión doble algún día. Si usted o alguna otra persona tienen alguna sugerencia pueden decírnoslo a mí o a la profesora Burbage. ¿Tiene alguna duda?

—No, profesora.

—Perfecto, entonces nosotros nos marcharemos. Si ocurre algo no dude en acudir a mí.

Los tres profesores procedieron a marcharse del salón, pero la profesora Burbage se rezagó y se giró para mirar a Hermione.

—Confío que podrás manejarte, recuerdo que una vez me contaste que a tu padre le gustaba mucho el cine.

—Sí, le encanta. Tiene casi tantas películas en casa como yo libros en mi habitación.

—Pues seguro que después de las vacaciones navideñas llegarás con una lista gigante de películas—la profesora sonrió. Volvió a girarse para proceder a salir del salón pero justo la puerta se abrió y Pansy Parkinson apareció debajo del umbral, con la misma cara de indiferencia que mostró en la reunión con McGonagall.

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