(Not) meant to be yours

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La puerta gigantesca y blanca se alzaba frente a él de forma amenazante y magnánima

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La puerta gigantesca y blanca se alzaba frente a él de forma amenazante y magnánima. Para Madeleine parecía estar cerrada a Cal y canto, cuando en realidad solo bastaba que él estirara una de sus manos y diera un ligero empujón con sus dedos sobre la madera para que se abriera y fuera capaz de observar a la persona que se encontraba en su interior. Pero, aunque fuera así de fácil, había algo que lo detenía a hacer eso. Sus manos siempre fuertes, capaces de levantar su espada y su escudo de acero macizo como si no fueran más que un par de plumas se sentía débiles y pesadas a los lados de su bien esculpido cuerpo. Junto con sus piernas estas parecían temblar de arriba a abajo de la misma forma en la que lo harían si estuviera desnudo en la gélida intemperie del reino Cacao. 

Podía escuchar su corazón resonando fuertemente en sus oídos como un tambor de guerra, badum, badum, badum, badum. Un sonido tan fuerte, alto y estridente que casi no pudo escuchar las palabras de Lady Raspberry a su lado.

—Madeleine, ¿Me escuchas?

—¡A-Ah! Te... Te escucho fuerte y claro, amiga mía...

—¿No vas a entrar? —preguntó la pelirroja, señalando la puerta que se interponía entre él y la persona que había detrás de ella.

—No estoy... no estoy seguro... —su voz que siempre había sido vivaracha y estridente, ahora se salía de su lengua de forma trémula y silenciosa, inclusive temerosa a juicio de la dama. Si acaso ella preguntaba, el caballero diría que era a causa del elegante traje que de elegante y ajustado tenía la misma medida. Por lo que sentía que lo asfixiaba y que esa era la causa de que su voz saliera de esa forma y no el incipiente nerviosismo que crecía en su pecho y que no le daba oportunidad hablar y formar oraciones concretas 

—¿Qué hago si me rechaza? ¿Y si dice que no?

La mano cálida de la mujer se posó en uno de sus grandes hombros.

—Ser Madeleine, esto es impropio de usted.

—¿Impropio de mí?

Raspberry asintió. 

—El Madeleine que yo conozco nunca se acobarda ante una batalla. Nunca da un paso atrás por más fuerte que sea el enemigo frente a él. El Madeleine que yo conozco pelea con todo su coraje hasta que ya no puede más, hasta que todos los huesos de su cuerpo están rotos y su piel está sudando sangre. El Madeleine que conozco nunca huye de una pelea y nunca da marcha atrás en un plan. 

—Esto es más difícil que una batalla, amiga...

—Vamos, Ser Madeleine, lo he visto hacer cosas mucho más difíciles que esto.

—¿Y qué si todo sale mal?

La pelirroja movió sus hombros en un gesto de no saber la respuesta. 

—Pues habrá que averiguarlo, ¿no crees? 

Madeleine no respondió ante esta pregunta y siguió observando la puerta frente a él. Esto pareció exasperar a la pelirroja porque cuando se dio cuenta, ella ya lo había tomado por el cuello de su traje, abierto la puerta y metido dentro de la habitación.

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