El Extraño de la Rosa Roja

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¿Por qué mierda no se calla? Se preguntó y pisó el acelerador, las manos sosteniendo el volante temblaban y si no se detenía ahora, mataría a las dos. Siempre supo que meterse en los pantalones de alguien más joven era un error, un estúpido error en la infinita lista de equivocaciones en su vida. Finalmente, frenó el automóvil a mitad de la calle. La muchacha de largos cabellos negros abrió la boca para continuar esparciendo sus fútiles excusas como hierba mala creciendo en un campo de flores.

-¡Cállate y bájate del auto! -Hange gritó, furiosa y dispuesta a empujarla si la ignoraba.

-¡No lo haré! Todavía no oíste todo lo sucedido... estás equivocada -la muchacha insistía con lo mismo.

-¿Equivocada? ¡¿Te cogiste a la fotógrafa en la boda de tu amiga o no?! Ya sabes... la rubia alta que te llamó mil veces en estas dos semanas -dijo con el ruido de bocinas y groserías en su oído.

-Fue... un error y nunca pasó antes.

-¡No me importa! Quiero que te bajes del auto... o te empujaré -la amenazó con una mirada penetrante a través de sus lentes.

-Hange, no me hagas esto, yo... te amo -Pieck nunca se rendía fácilmente pero su decisión estaba tomada.

-¡Sal del auto! ¡Sal de mi maldita vida! -gritó liberándose de la rabia acumulada desde que descubrió su infidelidad.

La mujer salió del automóvil cerrando la puerta con fuerza suficiente para hacer temblar el vidrio de la ventana. Respiró profundo y aceleró de nuevo, cruzó varios semáforos en rojo, pasó el límite de velocidad y chocó contra la columna de un alumbrado público frente a un café. Bajó del auto cansada, revisó el daño a su paragolpes y decidió quedarse en el café por unos minutos hasta recuperar la compostura.

El lugar era pequeño pero reconfortante, se acercó al mostrador y ordenó un trago con vodka y un espresso. El hombre bajo la miró con el ceño fruncido, pero tomó su orden de todas formas. Se sentó en una mesa para dos junto al ventanal y encendió un cigarrillo. No era la primera vez que rompían su corazón y su paciencia. Tanto hombres como mujeres jugaban con ella, sentada sola en el café se preguntó por qué. ¿Por qué nadie la amaba cómo se merecía? ¿Acaso no merecía ser amada?

Erwin Smith le prometió una eternidad de felicidad y amor a su lado. Le creyó por cuatro años, compraron una casa juntos y aceptó el anillo de compromiso que deslizó en su dedo una noche de Año Nuevo bajo los fuegos artificiales. Encontró a su alma gemela o eso pensó, pero el destino le recordó la injusticia de tener una vida perfecta. Descubrió su engaño en la cena de compromiso, lanzó el anillo al suelo y juró nunca volver a caer en semejante mentiras.

Rió amargamente cuando el hombre bajo trajo su orden. Cayó en mentiras otra vez, conoció a Pieck en el laboratorio dónde trabajaba. Sus cabellos negros bailaban sobre sus hombros al caminar. Sus desinteresados ojos grises y su calmado temperamento la atrajeron. La invitó a salir un fin de semana. La conexión, y más tarde la pasión fue instantánea, pero tuvo la sensación de que un fuego tan repentino no duraría mucho.

Suspiró y vació el trago en la taza de espresso, lo bebió de un tirón y ordenó otro. Tres tragos más tarde, preguntó al hombre del mostrador si podría venderle una botella de vodka. Él dudó al principio, sin embargo, le vendió la botella. Regresó a su mesa y se pasó bebiendo, fumando y llorando de vez en cuando hasta oscurecer. La mayoría de los clientes se habían retirado cuando él se sentó a su mesa.

-El estúpido me cogió por cuatro años... cuatro años de mierda... me dijo que nos casaríamos y descubrí a ese desgraciado con las manos en otra perra en nuestra cena de compromiso, hijo de puta -Hange murmuró y encendió un cigarrillo nuevo.

Steamy Levihan Drabbles (Spanish/Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora