Autohechizo

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―¡Vamos, Harry, es hora de calentar! ―lo zarandeó Draco. Harry no pudo hacer nada más que bostezar mientras buscaba su uniforme deportivo. Despertar un sábado a las cinco de la mañana no estaba en sus planes, pero ese día, a las nueve, sería la selección del nuevo cazador para el equipo de quidditch de Slytherin. Draco estaba emocionado y preocupado al mismo tiempo. Harry no quería contradecirlo y tiritando de frío salió detrás de su amigo hacia el campo de quidditch. La primera media hora la invirtieron en estirar y calentar, y luego pasaron a los vuelos de prueba.

Llegaron las ocho de la mañana y Harry sugirió a Draco finalizar el entrenamiento y desayunar con tranquilidad.

―Recuerda que un descanso adecuado también es parte del entrenamiento ―dijo Harry con aire profesional―. No harás una buena prueba si ya estás quemado y con el estómago vacío ―Draco aceptó, no del todo convencido, pero al caminar cerca de los vestuarios reconocieron la voz de Oliver Wood exponiendo una complicada estrategia. ¿En qué momento había llegado el equipo de Gryffindor al campo? El estómago de Harry rugió y apuró a su amigo hacia el castillo. Después del desayuno se ocuparían de cualquier conflicto de horarios. Aunque Harry disfrutó de la comida, un pequeño malestar se instaló en su cabeza.

El equipo de Slytherin y los cuatro aspirantes al puesto de cazador llegaron al campo en el momento en que el equipo de Gryffindor empezaba su entrenamiento. Desde los graderíos Neville, Ron, Hermione, Colin y Ginny se acercaban al centro de la cancha.

―He reservado el campo ―amenazó Wood a Flint.

―Yo también ―respondió con sorna el capitán de Slytherin y del bolsillo interior de su túnica sacó un pequeño pergamino que estampó en la cara de Wood.

―... Snape, bla, ... selección de cazador ―Wood levantó la vista hacia los cuatro interesados en el puesto, entre ellos Draco, y con él todo el equipo de Gryffindor.

―Una Nimbus ―empezó Fred.

―Dos mil uno ―finalizó George sin aliento.

La moderna escoba descansaba en el hombro de Draco, quien solo se limitó a sonreír con arrogancia. El resto de escobas presentes parecían burdos utensilios de limpieza.

―Hay suficiente espacio para ambos equipos, Wood ―observó Flint sacando a todos de la contemplación del último modelo de la serie Nimbus.

―Pero ellos llegaron primero ―intervino con voz chillona Hermione. Harry se preguntó con pena por qué la chica metía las narices donde no la llamaban.

―No te metas en esto, sangre sucia ―gruñó Flint y todos los chicos de Gryffindor sacaron sus varitas apuntándole a la cara. Colin, en primera fila, se volvía loco con su cámara y Ron fue el primero en pronunciar un hechizo, pero su varita estalló y lo empujó algunos metros hacia atrás. Los gemelos Weasley y Harry corrieron a ayudarlo.

Ron estaba consciente, pero cuando lo ayudaron a sentarse, su tez se volvió verdosa y vomitó. La expresión de asco fue generalizada, en medio de las piernas de Ron una enorme babosa verde dejaba un camino brillante en el césped. Ron tuvo otra arcada y esta vez una babosa morada se unió a la primera.

―¿Qué hacemos, Harry? ―preguntó muy asustado George.

―En realidad no es grave, podemos llevarlo con Hagrid. Si entramos al castillo de seguro nos castigarán. ¡Vamos! ―los gemelos tomaron de cada brazo a Ron y lo arrastraron hacia la cabaña. Detrás de ellos corrieron Harry, Neville, Hermione, Colin y Ginny. Mientras en el campo Wood, Flint y sus equipos se gritaban de todo.

Dentro de la cabaña, un pálido Ron abrazaba un gran cubo de madera. Fred y George se habían llevado a su llorosa hermana y a Colin. Harry, Neville y Hermione le contaron a Hagrid lo sucedido.

―Flint es un trol, creo que apenas sabe escribir su nombre ―señaló indignado el guardabosques.

―Se lo dejan pasar solo porque es un mago puro, técnicamente ―comentó Harry desanimado.

―¿Y cómo terminaste en Slytherin, Harry? ―preguntó curiosa Hermione.

―¡Sí! Sirius, Remus y yo apostamos a que irías derechito a Gryffindor ―recordó Hagrid―. Los tres perdimos mucho dinero.

―No lo sé. El Sombrero seleccionador me dijo que tenía cualidades para entrar a cualquier casa, pero al final se decidió por Slytherin. Para mí también fue una sorpresa ―observó ceñudo al adulto. Y pensar que no quería contarle nada a su padrino por miedo a que se enfadara con él, mientras Sirius y sus amigos solo pensaban en las ganancias.

―También hay gente desagradable en las otras casas. No es exclusivo de Slytherin ―terció Neville.

―Es cierto. La cuestión con Slytherin es que son abiertamente racistas ―apuntó Harry y luego se despidió de todos. Durante su regreso hacia el castillo, aquel temor que apareció en el desayuno, en vez de disiparse se hizo más fuerte. Quizá le estaba dando demasiada importancia a un pequeño incidente y sacudió la cabeza en un intento por aclarar su mente.

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Imagen de Pexels en Pixabay.

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Palabras violentas devienen en acciones violentas.

Actualización: octubre 28.


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