Harry y Neville ingresaron a una enorme cámara, muy húmeda. Pequeñas gotitas se filtraban por el techo de piedra. Una columnata se abría paso en las entrañas de la tierra hasta llegar a un monumental rostro barbudo esculpido en la roca. Bajo él, yacía Ginny en posición fetal. Ambos niños corrieron hacia ella, aunque terminaron resbalando y deslizándose. La menor de los Weasley estaba pálida y muy fría. Harry le tomó el pulso.
―¿Cómo está...? ―inquirió Neville.
―... Está muriendo. Tenemos que llevarla a la superficie de inmediato ―cuando Harry se disponía a transportarla con el hechizo locomotor, una profunda voz resonó en toda la cámara.
―No irán a ningún lado ―detrás de las columnas emergió un adolescente de dieciséis años, alto, delgado y luciendo la capa de la casa de Slytherin.
―Tom Ryddle ―saludó Harry. A diferencia de su encuentro con Aragog, se esforzó por controlar el temblor de su voz.
―Neville Longbottom ―respondió a su vez el joven.
―Cuida de ella, Harry ―ordenó el verdadero Harry a Neville y caminó hacia Ryddle.
―Qué desafiante ―se mofó Tom―. Eres idéntico a tus padres. Nunca fueron conscientes de sus límites.
―Yo diría que es al revés ―se burló esta vez Harry. Logrando que Tom adoptara una posición de ataque. Le había robado la varita a Ginny.
―Ve con ellos ―escupió Tom, pero antes de que pudiera pronunciar un hechizo, Harry ya le había encadenado las manos y la varita rodó por el piso. Luego invocó más cadenas y atrapó a Tom en una de las columnas.
―Accio diario ―la pequeña libreta salió del fondo de la cámara y se posó en la mano izquierda de Harry.
―Eres muy listo ―alabó Ryddle―, sin embargo, aún te queda mucho por aprender―. Asustado, Harry reforzó las cadenas, aunque ya era tarde. Tom hizo una serie de sonidos sibilantes y la cámara se sacudió ligeramente, el niño giró sobre sí mismo y, horrorizado, vio como la boca de Slytherin se abría y salía de ella un basilisco de brillantes escamas verdes. Aquella bestia siseó, pero el sonido que produjo más bien parecía un rugido, y con gracia y celeridad se deslizó hacia la entrada de la cámara.
―¡No...! ―gritó Harry. Neville, cargando a Ginny, estaba a punto de salir de la cámara cuando el basilisco chocó contra la puerta, desprendiendo rocas y arrojándolos detrás de las columnas. Harry se sentía como un completo estúpido. ¡Cómo se le pudo escapar que Tom Ryddle hablaba parsel y que convocaría al basilisco!
―Es hora de cenar ―dijo Tom ya liberado de las cadenas y tomando de los hombros a Harry. Llamó al basilisco, el cual se acercó lentamente. En todo momento los ojos de la criatura se enfocaron solo en los zapatos de Tom, lo que le daba un aspecto sumiso.
Harry tragó grueso y aferró el diario a su pecho. Una carcajada perversa salió de Tom al adivinar las intenciones suicidas del niño. Se inclinó hasta su oído y le susurró con voz fría:
―Sabes que te arrancaré los brazos antes de ofrecerte en sacrificio...
Y una serie de gritos melódicos inundaron la cámara e inquietaron al basilisco.
―¿Fawkes? ―preguntó Harry. El fénix se materializó en la cámara y dejó caer un bulto negro, luego avanzó hacia el basilisco y lo cegó. Todo en segundos y frente a las miradas atónitas de Harry y Tom que estaban inmóviles.
―Maldito Dumbledore ―espetó Ryddle mientras clavaba sus dedos en los hombros de Harry. Con el basilisco ciego y Tom perdido en sus pensamientos, Harry podría huir, llegar a la superficie y entregarle el diario a Dumbledore para que lo destruyera. Con renovada fuerza se desembarazó de su captor y corrió esquivando al basilisco, que estaba en su propio duelo con el fénix, hacia la puerta.
Los nervios traicionaron de nuevo a Harry, no había recogido la varita de Ginny. Descuido que Tom aprovechó para lanzar un hechizo explosivo al umbral de piedra, bloqueando así la entrada a la cámara.
El lugar quedó en silencio mientras el polvo se acentaba. Harry, aturdido, tropezó con la inconsciente Ginny.
―¿Harry? ―lo llamó en voz baja Neville―. ¡Mira! ―el niño tardó en distinguir a su amigo entre la polvareda. En la mano izquierda de Neville el Sombrero seleccionador le dirigió una mueca de disgusto y en la mano derecha brillaba la legendaria espada de Gryffindor. Sin mediar palabra, Harry colocó en el suelo el diaro, tomó la espada y la empuñó como si esta fuera un hacha. El golpe volvió a levantar el polvo y el grito de Ryddle les atravesó el cerebro. La espada de Gryffindor solo había desprendido la tapa del diario, las hojas estaban intactas.
Harry se estaba quedando en blanco. Tenían a un basilisco y a Tom Ryddle heridos y por lo tanto más coléricos. ¿Tenía sentido pedirle a alguien que no practicaba deporte que se ocupara de basilisco? Pero si mandaba a Neville a distraer a Tom. Ryddle lo asesinaría con un solo movimiento...
―Ve por Tom, Harry. Yo me encargo del basilisco ―aseguró Neville, tomando la espada y sonriendo con una confianza inaudita. Harry no lo dudó y salió en busca de Tom. El diario quedó tirado junto a Ginny.
Neville había escalado el rostro de Slytherin y desde ahí rasguñaba las escamas del basilisco. Fawkes lo ayudaba. Al mismo tiempo que Harry le lanzaba todo tipo de hechizos explosivos a Tom Ryddle, el cual se movía con torpeza, pero era tan hábil con la varita que interceptaba todos los ataques.
―¡Ah...! ―el grito de Neville hizo sonreír a Tom. Harry se estremeció y no tuvo valor para ver qué ocurría con su amigo. Si su experimento fallaba todo acabaría.
En la perspectiva de Tom, Logbottom (o sea Harry), había enloquecido, porque este le arrojó su varita como si fuera una daga. Por reflejo, Ryddle la atrapó y cuando encaró al niño descubrió que este tenía otra varita.
―¡Flagrante! ―gritó el chiquillo. De la mano izquierda de Tom, la que atrapó la supuesta varita de Longbottom, brotó un calor abrasador que lo empujó contra la columna. Ryddle se lanzó al suelo rodando como si estuviera envuelto en llamas, pero no había fuego, por lo menos no visible.
Con Tom fuera de juego, Harry corrió y escaló la cabeza de Slytherin ignorando al basilisco muerto y encontró a Neville desmayado con la espada de Gryffindor a un lado, en su antebrazo estaba clavado un colmillo de basilisco.
―¡¿Neville?! ―para alivio de Harry el otro niño abrió los ojos―. No te preocupes. Ya sé qué hacer ―le aseguró Harry y convocó el diario, cuando este llegó a sus manos, Harry se disculpó con Neville y sin delicadeza le arrancó el colmillo―. Ocúpate de él, Fawkes ―ordenó―. Bien, Tom. Vas a morir con tu propio veneno ―y clavó el colmillo en la primera hoja del diario.
Los gritos agónicos de Tom Ryddle se fueron apagando poco a poco, hubo unos segundos de silencio y luego se escuchó un sollozo. Ginny había recuperado la consciencia.
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Improvisado trabajo en equipo.
Actualización: febrero 3.
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Harry Potter. El refugio de la serpiente
Fiksi PenggemarUna vieja leyenda recorre los pasillos de Hogwarts, frente a las narices de un famoso mago aventurero. Una vez más, Neville y Harry se enfrentarán a los vestigios de un pasado común.