Prólogo H2

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Haddonfield,1978.

Las gotas de agua escurrían de sus húmedos rizos castaños y caían al suelo, estrellándose contra el en un leve goteo, humedeciéndolo. Estiro su brazo fuera de la regadera y tomó una toalla que se encontraba allí colgada, envolviéndola con calma al rededor de su cadera.
Salió de la ducha y dio unos cuantos pasos hasta llegar frente al espejo y con la palma de su mano limpió parte de la superficie del mismo que ahora se encontraba empañado debido al vapor atrapado en la habitación.

Como era su costumbre, después de cada baño cepilló sus rizos aún húmedos por el reciente baño y tomó una navaja de afeitar, pasándola por su mentón de manera en que la misma solo corte aquella barba que empezaba a salirle, eliminándola por completo.
Tomó del lavabo del baño un collar con un par de placas de metal y se lo colocó, pasando su dedo pulgar sobre el grabado que este tenía. "Hansen"

Un largo suspiro escapó de sus labios mientras miraba su propio reflejo a través del espejo, notando aquellas espesas ojeras que adornaban sus ojos al igual que la mirada cansada que reflejada y las pequeñas pecas que adornaban su rostro y parte del puente de su nariz.

Esta era la vida que ahora llevaba, al ser un ex soldado no podía hacer nada más que tratar de integrarse a la sociedad y sanar ese dolor que la muerte y la guerra le habían dejado.
No entendía como es que Haddonfield le resultaba tan extraño, había vivido aquí toda su infancia hasta parte de su adolescencia pero parecía simplemente no encajar del todo.

¿Su infancia?, ¿su familia?, no, esa no era la razón de ninguno de sus traumas e incluso se atrevía a decir que sus recuerdos con ellos  eran los que lo ayudaban a no caer en la locura.

Con sus manos peinó sus rizos hacia atrás, saliendo por fin del cuarto de baño siendo recibido en la puerta por su fiel compañero, Max.

Max era un lindo cachorro que lo había acompañado fielmente desde que regresó del frente de batalla hace apenas un año.
Lo encontró en un albergue cercano a punto de ser sacrificado pues no era un secreto que los animales que no son adoptados allí eran sacrificados.

Max se había vuelto un compañero inseparable, lo acompañaba incluso cuando iba a comprar la despensa en el supermercado pues de cierta manera le ayudaba a lidiar con la ansiedad y el estrés post-traumático que la guerra le había dejado.

Max .–Una pequeña risilla escapó de sus labios al ver como su pequeño can se recostaba patas arriba, enseñándole su pancita para recibir algo de mimos, cediendo fácilmente a su petición pues no se tardo nada en rascarle la pancita y jugar un poco con el.

A pesar de todo su vida no era tan mala, había momentos en que se sentía triste e incluso miserable por todo lo que vivió durante su adolescencia pero eso no le impedía disfrutar de las pequeñas cosas que lo hacían feliz como leer, ir al cine, visitar a su hermana, jugar videojuegos con sus pequeños sobrinos o incluso ir a la playa para relajarse un momento.

Tomó su ropa interior de uno de sus cajones y se la colocó, quitándose la toalla que estaba enredada en su cadera.
Ahora ya vestido camino hasta la cocina, tomando de su nevera una cerveza helada y dándole un sorbo. Aquel habito ya se había vuelto una costumbre pues en Vietnam hacía demasiado calor y ya se había acostumbrado a beber una cerveza justo después del almuerzo para bajar el calor.

Scream for me (Michael Myers x lector)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora