Durante toda la noche, la chica se quedó meditando acerca de lo ocurrido y se sumó el extraño actuar de la momia, pero su curiosidad fue más fuerte.
— (Debo asegurarme o no podré dormir.) -Pensó determinado-
Se reincorporo y se colocó una manta encima de su cuerpo, ya que solo vestía con un camisón blanco y corrió hasta el cuarto de Natsume. Cuando llegó, toco la puerta y espero unos segundos hasta asegurarse que se encontraba, por lo que al oír una voz lo confirmo.
— ¿Quién es? -Pregunto-
— Natsume... soy yo. -Contesto un poco nerviosa-
De repente la puerta se abre y él se muestra, teniendo una expresión indiferente en su rostro.
— ¿Qué?
— Podemos hablar. -Trate de tranquilizarme-
— ¿No crees que escogiste un mal momento? -Se percató de como la contraria se tapaba con la manta-
— Si, lo sé. -Suspiro- ¿Puedes dejarme pasar al menos?
— No. -Respondió-
La muchacha posicionó su pie en la entrada y la obstaculiza para que no acabara cerrando la puerta en su cara.
Se apartó y le permitió ingresar, así que cerró la puerta y mantuvo una distancia prudente.
— Por favor, siéntate donde quieras.
— Gracias. -Sonrió-
— Ve directo al punto.
Natsume se sentó en su cama y mantuvo su mirada vista en ella.
— ¿Puedo hacerte una pregunta? -Trato de asegurarse-
— Está bien, ¿Qué es exactamente?
La muchacha se arrimo y lo impulso contra la cama, sorprendiendo a su contrario que cambiaría su expresión a una sonrisa.
— ¿Qué es lo que tramas niña?
— No pienses nada raro... pero necesito confirmar algo.
Empezó a retirarle las vendas del rostro y no supo cómo expresarse y, aunque pudo detenerse, no era el tipo de persona que se echaba atrás y Natsume tampoco opuso resistencia, ya que sabía que tarde o temprano su bella mariposa la descubriría. Debajo del vendaje no había nada podrido, sino todo lo contrario, una cara hermosa y en perfecto estado se revelo, dejando a la joven sin palabras.
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