Capitulo 2

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A bordo del Santa Cruz

Apuntalando los pies en la cubierta escorada, Taehyung se inclinó hacia el viento, con remolinos de aire prendiéndosele de la cabellera de ébano y centelleando en sus luminosos ojos oscuros.

Sus mejillas eran rosas encendidas en la aceitunada palidez del rostro, como encantadora consecuencia del viento racheado.

Llevaba horas allí, en equilibrio sobre la cubierta, contemplando taciturna el mar revuelto y deseando volverse al convento, donde la vida era tranquila y sin complicaciones.

-Por favor, volved a la cabina, señorita. Como cojáis un resfriado don Diego se
va a disgustar con vos, y conmigo también por permitíroslo.

Taehyung le lanzó a doña Carlota una mirada de desesperación. Su dama de
compañía le caía bastante bien, pero la encontraba demasiado estricta para lo joven que aún era.

No mucho mayor que Taehyung, doña Carlota era una viuda a quien don
Eduardo había contratado como compañera de viaje de Taehyung.

También la acompañaba el sacerdote, el padre Sebastián, que se ocuparía de sus necesidades espirituales durante el viaje.

-No tengo frío, Carlota. Este viento es de lo más tonificante.

-A mí me pone del revés -dijo Carlota.
Su cara había adquirido un anormal
matiz verde que daba fe de los mareos que llevaba sufriendo desde que se
embarcaron en el puerto de Cádiz-. Tenía la esperanza de que el mareo se me pasara al cabo de unas semanas en el mar, pero no hago más que empeorar.

-Volveos a la cabina, Carlota; yo estoy bien. Estoy segura de que el padre
Sebastián os hará compañía.

-Sí, señorita, eso es lo que voy a hacer. Que me lea un poco la Biblia. Tiene una
voz muy relajante.

Taehyung contempló cómo se tambaleaba aquella mujer por el camino de vuelta hacia el amplio camarote de popa que compartían. Tenía que admitir que Carlota era una acompañante piadosa y recatada, pero resultaba aburrida.

Y en cuanto al padre Sebastián, el bueno del cura, era un severo amante de la disciplina enviado para garantizar que Taehyung llegaba a manos de su prometido tan pura como el día en que
salió del convento.

Todos los días el cura reservaba cierto tiempo para la oración y la instrucción religiosa, y eso a Taehyung le gustaba.

Tenía la esperanza de que una vez que
el cura se diera cuenta de lo devota que era, la ayudaría a evitar aquel matrimonio en el que su padre estaba tan empeñado.

Contemplando taciturna el lejano horizonte, Taehyung creyó ver una vela.

Entornó los ojos hacia el resplandor del mar y lo escrutó otra vez: la vio desaparecer por debajo del horizonte.

Como no volvió a aparecer, se imaginó que había sido un espejismo y volvió la vista hacia otra parte.

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En los brazos de un pirata (KT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora