Capitulo 3

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A bordo del Vengador

Jungkook no se atrevía a soltar a la temblorosa monja por miedo a que se
inmolara en el mar. No tenía ni idea de por qué, pero le importaba.

Ella era española, y él la despreciaba por eso. Quizá debería haberla dejado que se hundiera con el Santa Cruz, reflexionó, dado que obviamente no iba a conseguir por ella ningún rescate.

En sus refinados gustos no entraban inocentes miembros de órdenes
religiosas. La lógica le decía que debería entregársela a sus hombres para que se
divirtieran, y sin el menor escrúpulo.

Pero un rescoldo de la decencia que sus padres le habían inculcado hacía ya mucho tiempo le impidió hacerlo. Ella era demasiado delicada, no sobreviviría ni una noche a tan rudo tratamiento.

-Soy el capitán Jungkook Jeon -le dijo Jungkook a Taehyung, arrastrándola por la cubierta-. Estás a bordo del Vengador, y en mis manos.

-¿A-adónde me lleváis? -preguntó, abochornada por la diabólica
sonrisa del pirata.

-A mi camarote.

Taehyung se resistió, forcejeando contra la fuerza inexorable con que Jungkook la
tenía agarrada.

-¡No!

-Sí, Hermana, o como quieras llamarte. Allí vas a estar más segura que aquí
fuera. Mis hombres son buena gente, pero odian a los españoles tanto como yo. Ese saco de patatas que llevas puesto no te mantendrá a salvo de ellos. Si sabes hablar inglés, te recomiendo que lo hagas. El sonido de tu odiosa lengua a bordo de un barco inglés bien podría incitarlos a la violencia.

Sin apenas esfuerzo, Jungkook llevó a Taehyung a rastras por toda la cubierta hasta su camarote, que estaba bajo el puente de mando. Abrió de un tirón la puerta y la empujó dentro.

Él entró detrás, cerró a su espalda la puerta y se apoyó en ella. Clavó
la mirada en la monja, los ojos penetrantes y despiadados como el filo de una espada.

-En nombre de Dios, ¿qué voy a hacer contigo, hermana Taehyung? -meditó
Jungkook, pensativo-. ¿Debería entregarte a mis hombres para que se diviertan un poco? Te aseguro que me lo iban a agradecer. O quizá -continuó, en un tono tan bajo y tan gutural que a Taehyung le produjo escalofríos- podría encontrarte alguna utilidad en mi cama -inesperadamente sus ojos se encendieron, excitados por el
pensamiento de seducir a aquella belleza exuberante que afirmaba ser monja.

-¿Por qué no le haría yo caso al padre Sebastián? -se lamentó Taehyung,
retorciéndose con desesperación las manos-. Él me dijo que mejor sería matarme que entregarme a los sucios piratas.

-Corsarios, Hermana, corsarios. Con la bendición de la reina de Inglaterra y
navegando con bandera inglesa. Y ¿por qué no te mataste? -preguntó, curioso.

Taehyung adelantó un punto la barbilla, y sus ojos oscuros brillaron desafiantes.

-No quería morir -respondió en un inglés no del todo perfecto, pero con un
acento encantador-. Quiero vivir.

Él respetó su franqueza, pero poco más.

-Eres un enigma, Hermana. Tus pretensiones de inocencia no me impresionan, porque debajo de esa vestimenta tienes un cuerpo desnudo para la cama. Tu sensualidad terrenal desmiente tu fervor religioso. En tus ojos oscuros hay brasas ardientes y ansias de vida, y tu belleza sería una tentación hasta para el mismísimo diablo.

-Yo he oído decir que el Diablo es el mismísimo diablo -se atrevió a decir
Taehyung.

Jungkook echó la cabeza hacia atrás y soltó una estridente carcajada.

En los brazos de un pirata (KT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora