en mis sueños

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Era mi mañana más cansada, recostada sobre mi cama con mis sábanas marrón, tan cálidas que quisiese nunca tocar la alfombra, dormir para siempre mientras el sol acariciaba mi mejilla con casi amor después de una noche de torrente donde parecía, sería el fin del mundo y mis ventanas con los vidrios empañados aún lo recordaban, para mí sorpresa no lo fue y desperté sobresaltada. Estaba hastiada de mi vida, de mi rutina. De mi soledad, no podía soportarlo. Había pensado mil veces en esto pero jamás de ésta forma.
Llevaba un par de semanas sin asistir al trabajo, no tenía sentido alguno para mí levantarme de la cama.
Estaba tan sola como nunca, me sentía hueca y estúpida. Exactamente hoy hace siete años perdí a mis padres, y con ello no el sentido de mi vida, pero quizá sí el rumbo.
Iván ya no está, quizá no vuelva a estarlo, pero no puedo olvidarme de ellos, es tan difícil y cada día es más pesado despertar todos los días después de la misma pesadilla, estoy tan triste. No encuentro la manera de sentirme segura, de sentirme plena, completa. Creo que si no lo hubiera dejado solo aquella noche que me pedía que no me fuera, nada de esto estaría siendo taán mortífero. Quizá si no hubiera dejado que mis padres se fueran de viaje hubiera podido protegerlos. Siempre he sido una mujer fuerte, físicamente al menos. Pero me siento tan vacía como nunca. Tan pronto como me despojé de todo lo que me ataba ala cama para sentarme, comencé a llorar desconsolada  tenía idea de si latía. Si realmente tengo un propósito¿por qué no lo encuentro?, A lo mejor me había tragado la gran mentira de que nací para ser lo que yo quisiera. No puedo más, no puedo más. ¡No puedo más!.
No soy nadie. No soy nada, no tengo nada más que no sea ese dolor en el pecho todas las mañanas que se siente como si me estuvieran estrujando el corazón con las m
W, hijoxanos sin poder respirar. Por favor vuelve, por lo que más quieras, todas las mañanas pido lo mismo y no regresas, ¡por favor!, Quiero despertar mañana y que todo esto haya sido otro muy mal sueño. Pienso lo mismo todas las mañanas y todas son tan palpables que pierdo la esperanza, abrázame de nuevo Iván, dime que jamás estaré sola, ¡lo prometiste!. Mamá, papá, vuelvan a mirarme aunque sea solo porque no he sacado la basura. Dilma, ¿Dónde estás?, Sé que no te haz ido con nadie de aquellos tipos que no merecían tu amor en absoluto. ¿Dónde está mi luz al final del túnel?, Tal parece que tendré que buscarla yo misma.
Mi casa está tan fría. Tantas habitaciones cerradas porque no soporto mirar, me siento tan cobarde, había guardado esto para otro día. Pero quizá ésta sea mi última muestra de amor. Alguna vez te dije que viviría por ti. Pero soy tan mediocre. Alguna vez te dije que lucharía por encontrarte, y me perdí en el proceso, te he fallado, ahora moriré por mi.

Me levanté con pesar. Mis pies descalzos se arrastraban por la alfombra gris lanuda de mi habitación. Las manos me temblaban y mi rostro estaba empapado de lágrimas, me sentía débil. Con pasos tardos y pesados bajé las escaleras de madera que estaban heladas, me serví un poco de alcohol, le agregué el veneno que había estado aguardando tanto tiempo por mi en el cajón de la alacena donde mi madre solía guardar los cubiertos. No estarían orgullosos de mí sí me vieran en este momento - pensé.
Pero de cualquier forma ya no estaban.
Estaba a punto de beberlo cuando sonó el timbre, me dispuse a ignorarlo y acerqué a mi boca la copa donde bebía mi hermana. De nuevo sonó el timbre tan desesperado y ruidoso, ¡no puede ser que hasta la muerte se pueda interrumpir!. Y sin pensarlo le dí el sorbo antes de atender a una mujer de ojos azules, melena negra y aproximadamente de 1.60 de estatura, unos diez centímetros más que yo.

- Buenos días, Janne, ¿Verdad?.

Comencé a sentir los latidos de mi corazón acelerado, quería salir de mi pecho a como diera el lugar. Quería responderle pero no podía, sentía mi cuerpo sudar como nunca, sabía mi momento había llegado, en unos segundos me iba a desmayar y mi corazón pronto se detendría. Que mala suerte ser aquella chica.
todo era tan nebuloso que lo último que pude pensar fue en que sus ojos eran tan alucinantes como nadar en el mar tan profundamente añil. Mil imágenes pasaron por mi mente, tuve tanto miedo que quise vivir para visitar el mar por última vez, pensar que ahí estaría él. Que jamás volvería a estar sola.

LADRÓN DE MI CEREBRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora