Los leyendas de la gente afirman que el pecado porta un sabor podrido, pero André podría decir que la manzana en su mano sabía exactamente igual a todas las demás.
La feria estaba desbordando de vendedores, cada uno bajo su respectiva lona de color chillón. Los lugareños adultos rodeaban las de objetos en busca de algo duradero, mientras que los más pequeños de hambre insaciable tiraban ,ajetreados, las manos de sus progenitoras para rogar al amor maternal alguna golosina.
En todo caso buscaban satisfacer un placer. Al alcance de su billetera claro.
Ese no era el caso de André.
Sus manos deformes aprovechaban el barullo para tomar y hurtar todo lo que le fuera de interés.
Realmente era sorprendente como ni una sola persona parecía percatarse de él crimen que se cometía en sus puestos y solo harían escándalo al final de la jornada, cuando contarán sus ganancias.André palpaba calmado el botín en su cartera. Allí reposaban varias joyas ,3 manzanas rojas, una baraja de cartas, 2 prendas de fina ropa y uno que otro chuche acaramelado.
Tal y como lo hizo con todo lo anterior, se llevó billeteras, con prestigiosa maestría insensible que si dejaba tacto eran solo levisimas cosquillas, y en una tuvo la suerte de encontrarse un boleto para la función nocturna del circo local.
Río ironico y analizando la hora emprendió camino a su entretenimiento fortunio.
La típica carpa de rayas blancas y rojas se veía sucia en su interior, claro, es lo que se espera de una plataforma de arena donde seguro se suelen caer bebidas y rociar líquidos.
Su temprana llegada le había dado solo el lujo de ver como parte de los trabajadores barrian o sernian la arena para aligerarla de impurezas. Por que si, el mito de que ser puntual te permitiría ver ensayos era falso a menos lo aplicarás muy en la mañana.
La función comenzó y los turnos dieron inició,traga sables,animales peligrosos domesticados, personas con peculiaridades,trapecistas, malabaristas y hasta un payaso de chistes estupidos. Nada que mereciera un ápice de atención. Y en caso de que hubiera sido un gasto propio, André ya hubiera salido maldiciendo por la pérdida monetaria.
De pronto las luces se apagaron. Los trapecistas se encendieron las ropas en un fuego de diversos colores neones, sincronizandose y sin entender cómo dieron y malabarearon piruetas en el aire cargando un baúl ,de aspecto ligero cual papel, para que ,en ultimátum, depositarlo en el suelo de manera vertical con una delicadeza facinante.
Ahí empezó lo realmente admirable.
Del baúl salió un hombre de máximo 30 años que, por su vestimenta, se adivinaba era un ilusionista.
Los reflectores se regularon y el sujeto mostró sonriente al público una moneda de bronce. Abrió de esta en 2 compuertas y la tiró al suelo. Se agachó para lo que parecía recogerla pero pronto un retazo muy largo salió de la moneda y fue lanzado al cielo, donde empezó mágicamente a contornearse.
El público observó expectante como prontamente un océano se manifestaba sobre sus cabezas con matices púrpuras y azuleos.
El hombre caminó por las butacas y se paró frente a André tendiendole la mano. El muchacho le miró confundido.
-Tu bolso- le susurró el mago.
En exceso desconfiado, le hizo entrega del objeto y el hombre regresó pronto a la plataforma desértica donde fue uno a uno sacando las manzanas, vestidos y joyas de la cartera.
Con muecas y posturas sobreactuadas dio a entender que estaba reflexionando que hacer y pronto se reflejó en su rostro una idea espectacular.
Tiro las manzanas al aire y la oscuridad las mastica hasta que solo quedaron en forma 3 labios rojizos . Desgarro los vestido y esos vestigios de prendas junto con las joyas fueron arrojados igualmente a la nada.
Antes de que André pudiese encaminarse siquiera a desquitar su furia contra el mago por destruir su mercancía una figura femenina lo regreso de nuevo a su asiento con aire seductor.
Vaya sorpresa era ver aquello.
Tres sirenas de curvilíneo cuerpo y colas coloridas como el alba repetían el vuelo del océano y hasta interactuaban con los espectadores atónitos.
El ilusionista ensanchó una vez más su sonrisa y llamó en silbidos a las féminas.
Pronto todo el océano y dos de las sirenas fueron tragadas por la cartera del ratero, solo la última recibiendo la cortesía del hombre que le tomó la mano y la encerró en el bolso.André recibió su cartera y reviso que todo estaba ahí como si nada.
La huida del ilusionista fue igual a su llegada.
Entro al baúl. Los trapecistas le cargaron y este se desfiguró en cenizas.