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Maisie

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Maisie

Ella podía ver esas cosas, cosas espeluznantes cuando cerraba los ojos. Solo un momento, un pequeñísimo instante, dale ese tiempo y te contara las atrocidades que ha visto. Una mujer, en la mayoría de los sueños, se presentaba una musa pálida; de cabellos negros, con la garganta roja y con un agujero en el pecho, ella sangraba azul, su color favorito.

Mientras la pequeña Maisie crecía, se dio cuenta que no era como las demás niñas, ni niños. Ella fue alguien distinta, especial, como le había dicho su risueña madre.

—Eres tan linda mi dulce hija, tienes los ojos azules de tu padre, mis rasgos delicados, heredaste los hoyuelos de la abuela, ¡tienes los encantos y el carisma de tus famosos tíos! —le decía su madre casi desde que tuvo memoria—, es una lástima que yo no haya recibido ni la mitad de los encantos de mi hija —le pellizco la mejilla con afecto—, menos mal que fue suficiente para casarme con tu padre, nadie más que un embajador.

Y también le recordaba que cuando tuviera una edad apropiada, ella tendría que pescar un buen prospecto, no alguien tan humilde como un embajador por supuesto.

Ella poseía la belleza suficiente y si no es que más para cazar, cual depredadora, un buen prospecto, su madre le había contado que existían príncipes en este hermoso continente, aun solteros y en busca de bonitas amantes, al igual que presidentes dispuestos a un quinto matrimonio con una bonita primera dama de buena cuna.

A Maisie le repugnaba la idea. Todavía podía ver los ojos de desaprobación en madre cuando permaneció mucho tiempo en compañía de su amado padre. No era feo en absoluto, y secretamente, la pequeña niña creía que todos los encantos tuvieron que venir de él y no de su madre, pues su nana le había contado los arreglitos que su madre debió hacerse a lo largo de su matrimonio con su perfecto esposo. Clarisse, su madre, lo aborrecía, por lo viejo que lucía con cada día que pasaba, «él se había descuidado, tantas cenas de gala y prostitutas baratas, ¿quién lo habría esperado del heredero de los Dreux?», señalaba su madre, de jóvenes, él era modelo de aspiraciones astrológicas, ¿ella? una mujer frívola, superficial, hasta los huesos, si no es que lo llevaba en la sangre.

Maisie había predicho que se convertiría en alguien mejor que eso...

Pronto, la niña se convirtió en mujer, la edad adecuada que tanto había esperado su madre.

—Sera una celebración sencilla, querida —le dijo en el spa, siendo masajeada por un hombre de músculos sorprendentes—, debes saber de humildad, esta vez habrá unos cuantos invitados, tus tíos no podrán venir, pero debes estar feliz de recibir su obsequio.

Maisie le asintió pacientemente a su madre, siendo masajeada por una mujer de sonrisa infinita.

—Clarisse, estoy esperando que padre no me comprometa apenas cumpla los diecinueve.

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