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Maisie 

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Maisie 

Cena de gala, copas de champagne brindando. ¡Viva el glamour!, ¡vivan los negocios que nadie comprende!, ¡vivan las chicas en vestidos ajustados y reveladores! Si, que viva la jodida flama de la corrupción, la que nunca se apaga.

¿Cuánto tiempo más debería guardar silencio? Maisie sostuvo su copa de vino tinto Sauvignon, mientras brindaba con los lobos grises. ¿Tenían expresiones? Claro que no, eran rostros de póker. Ocultan todo bajo una máscara repugnante de falso interés, no quieren ser tus amigos. Lo aprendió de mamá, solo esperan el momento de atacar. Están rodeándola, incluso cuando ven que ella no corresponderá sus avaros corazones.

Preguntas por mama, por papa... ellos no ven en ella a nadie más que una miserable copia de lo que fueron sus glamurosos padres. «Seguramente me case con uno de estos cerdos», pensó terminando su vino. Se preparó mentalmente para lo que vendría. Nunca se sabía, nunca se sabía cuándo el lobo mayor decidiera devorarla, finalmente. «Mi padre es su líder después de todo».

—Petit loup —llamo su padre desde el escenario donde brindaba, acompañado de su hermosa esposa—, bebe de tu vino —señalo con picardía.

Oh, que mirada tan coqueta, que manera de relamerse los labios al probar su champagne, y como apretó la cintura de su hermosa esposa. Maisie asintió fingiendo una sonrisa, pero el miedo en sus ojos permaneció como había permanecido siempre, fija, firme, como el agarre de su padre.

«Va a devorarme esta noche», es lo que ella pensó cuando termino su vino, sirviéndose el próximo con rapidez en lugar de esperar a que lo haga el mozo. «Quiero estar inconsciente si eso sucede». Sabia, ella poseía «e conocimiento», porque había visto esa mirada en los ojos de los hombres desde muy pequeña.

Ahora comprendía un poco a su madre, porque la necesidad de estar adormecida la mayor parte del tiempo, por que buscaba desesperadamente aprobación masculina como la de Vincent, Johns. Era su culpa, culpa de él y sus maneras extrañas de expresar ese amor retorcido por la familia. Y Maisie odio eso, que él pudiera controlarla a su antojo. «¿Desde cuándo?» se preguntó a sí misma, chasqueando la lengua impaciente, un viejo y mal hábito. «¿Desde cuándo me ve con esos ojos?» Y lo recordaba, aunque había preferido olvidarlo, pero era el alcohol en su sistema trayéndole recuerdos desagradables.

El alcohol hacia eso, por eso lo detestaba.

Le traía... desagradables recuerdos familiares, como por ejemplo... Cuando ella tenía doce, mama se ocultó con un John en la oficina de padre. Entonces ella no sabía que padre había puesto esas cámaras allí, donde pudo ver todo con claridad. Incluso a la hija curiosa que siguió a mama por los pasillos, en pijama, con lágrimas en sus ojos. Él fue allí, Maisie lo sintió abrazarla con sigilo, ni siquiera la asusto, porque su toque había sido fantasmagórico. Esa puerta estaba abierta, Clarisse contra el escritorio de papa, con un John a su espalda empujando ese pedazo de carne dentro de ella. Fue como lo que vio en las caballerizas de padre, dos animales montándose el uno al otro, solo que esta vez era mama gimiendo, despotricando y rogándole más al gran semental.

Strange KillersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora