El eco de la angustia

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Ya era la noche del 30, y no se veía ni rastro del vecino. Me fui a dormir con una angustia en el cuerpo, porque no se sabía dónde estaba.

Por la mañana, por fin vi movimiento en su casa, pero no era el que siempre se veía; era uno distinto. Todo estaba iluminado, con las cortinas cerradas. A través de ellas, se veían sombras de una persona con un cuchillo en la mano, agarrando del cuello de la camiseta a otra persona.

Decidí irme a mi casa y no salí hasta la noche, cuando había quedado con mi mejor amiga. Paseábamos por el pueblo y veíamos a un montón de gente pidiendo caramelos. En una casa donde nos detuvimos, miré hacia atrás y vi una sombra, un tanto extraña. Tenía un cuchillo en la mano, y pensé que era una persona disfrazada. No le conté nada a mi mejor amiga y seguimos adelante. Pasadas varias casas, lo volví a ver, así que decidí contárselo a ella. Nos movimos por todo el pueblo y notamos que la sombra nos seguía poco a poco. Al llegar a un campo de fútbol que estaba iluminado, por fin iba a ver quién era, pero cuando ya lo iba a mirar, se escondió y no logramos verlo.

Seguimos caminando y nos fuimos a otro pueblo cercano. Nos dimos cuenta de que habíamos perdido la pista y estábamos más tranquilas. Empezamos a ir casa por casa y volví a ver su sombra, pero esta vez estaba más cerca. Avisé a mi mejor amiga y regresamos a nuestro pueblo. Cuando llegamos, no vimos rastro de él. Nos fuimos a casa, nos vestimos de negro para ocultarnos entre las sombras y volvimos al campo de fútbol, que seguía iluminado.

Entre la realidad y la pesadilla: el misterio de octubreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora