Pastel de Chocolate.

452 58 5
                                    

26

Quiero estar en casa todo el día. Quiero que el mundo desaparezca.

Estoy sola (por ahora) y amo esta soledad. La rara soledad que llega los sabados.

Los sabados, la señora Anderson se va de visita a la casa de su madre, la cual, no puede verme sin que le recuerde a su extinta hija (mi madre) y comience a llorar y a hablar de sus recuerdos con ella.
Por eso hace meses que no la veo. Aun le tengo cierto afecto, pero verle llorar y hablar de mi madre me rompe y no quiero estar más rota.

El señor Anderson por su lado, no acompaña a su señora esposa por el pretexto de que tiene trabajo pendiente y cosas más importantes que hacer. Pero en lugar de aquello, él sale a embriagarse con sus amigos.

Y su hija, la señorita Samantha, se ausenta para ir con sus amigas y hacer esas cosas que una adolescente promedio hace: salir de compras, hablar de celebridades, hablar de chicos, tomar un starbucks solo porque es cool y al final, una pijamada para seguir hablando sobre las mismas cosas vanas y de personas a las que les importa un carajo lo piensen unas chiquillas mojabragas.

Todo lo anterior es "coincidentemente" perfecto para Richard. Y digo coincidente entre comillas porque no es una mera casualidad que Sandra regrese el domingo y Richard le de permiso a su niña quinceañera de dormir en casas ajenas con tal de tenerme en las noche sin inconvenientes. Y si algún sabado la niña no tiene pijamada, la obliga a ir con su madre.

Pero mientras llega la noche, estoy sola.
Yo y mi bella soledad. La que sido mi compañera 16 años. La que pronto cambiaré por la muerte.

Y como sé que a la muerte no le importa la raza, estatus, nacionalidad, edad y aspecto fisico, he decidido dejar mi estupido narcicismo y mis terribles recuerdos a un lado. Estoy dispuesta a engordar. Y no engordar por engordar. Engordar por placer.

Antes, medía y limitaba lo que ingería. De hecho fue gracias a Richard:

Cuando tenía 12 años empecé a engordar y él lo notó, entonces, una noche... Dios, odio recordar eso, pero quiero que lo sepas.
Una noche fue a mi recamara a otra de sus "visitas" y ... demonios ya empecé a llorar. Bien no sé si es necesario que lo sepas, pero es necesario para que comprendas lo demás, bien, aquí voy.  Él antes de comenzar a hacerme lo que me hace, me obligó a incarme y me abrió la boca para introducir su miembro dentro.
No era la primera vez que lo hacía, pero en esa ocasión lo hizo más fuerte y más profundo hasta el punto de atragantarme. Una y otra vez lo repitió, con mi garganta a tope y mis lagrimas rodando.
Cuando finalmente terminó, me dijo que si volvía verme atascandome con comida él me haría atascarme con su pene.

A partir de eso, la comida comenzó a ser insabora, insipida, simple. Deje de comer lo que quería, no sentía gusto o placer alguno. Comía por supervivencia.

Veía chicas comer una rebanada de pizza con una sonrisa de placer y queso en sus labios. Yo en cambio, tenía lechuga en mi boca y me la pasaba con agua para hacerlo más fácil.

Hoy sin embargo, he decido cambiar. Moriré, y no solo el hecho de hacerlo me alegra, sino el hecho de que por fin me daré la oportunidad de sentir placer por la comida.
Sustituiré las imagenes de dolor con la visiones de una pronta muerte y disfrutaré la belleza de sentir mas peso en mi cuerpo antes de partir.

:) :) :)
Este pastel de chocolate esta riquísimo. Tiene un toque de salado por las lagrimas que derramo, pero eso no ha disminuído su sabor.
Un pastel entero para una sola persona. ¿Recuerdan la pelicula de Matilda? Hay una parte donde un niño era castigado obligandolo a comer un gran pastel de chocolate.
Jajaja así me siento, solo que esto no es un castigo, es una recompensa, una deliciosa recompensa a mi cuerpo.

Teen IdleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora