Samantha.

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15.

Escuché a Samantha subir las escaleras y supe que era el momento. Comencé a patalear y gritar para llamar su atención. En respuesta, sólo escuche el cerrar de su puerta.
No me rendí, sabía que está era de mis pocas oportunidades, así que seguí insistiendo, ahora golpeando la paredes que tanto horror han guardado.

Después de un rato, llegué a la desesperación y le grite que ojalá ella y su madre fueran usadas como yo, que ojalá las encerraran en un maldito cuarto como animales y que sintieran lo que yo. Continúe gritando e insultando reflejo de mi ira y dolor, hasta que escuché pasos acercándose y alguien sentándose junto a la puerta.

Samantha, del otro lado, comenzó a reír y eso no hizo más que enfurecerme.

¿Cómo es capaz de reírse de mí? Ella piensa que bromeó o ella disfruta de mi dolor... es igual de enferma que su padre. Esos fueron los pensamientos que proferí con rabia.
Después de aquello, ya no escuché risas y lo que ahora oía era el comienzo de un llanto que iba en aumento. Cosa que no hizo más que aumentar mi enojo. ¿Como podía estar ella llorando, después de reírse de mí?

Tú no tienes porque llorar, eres una perra hipócrita. Fue lo que dije y tal vez nunca hubiera dicho; porque lo Samantha declaró, agregó más dudas a mi ya conflictuada mente.

Parafraseando, lo que dijo fue lo siguiente:

Rio porque tu dolor es igual al mio. Al igual que tu yo he sido usada por ese hombre. Pero a diferencia de ti, yo he aprendido a ignorarlo y tu a vivir en el. Mi madre siempre me ha dicho que hay dolores más grandes que otros y que los dolores grandes hay que ignorarlos para vivir y disfrutar de las pocas alegrías. Y la razón porque lloro, es que me comparas con él, sin saber que... ese hombre no es mi padre y todas estamos atrapadas de alguna forma.

Esa última oración la recuerdo muy bien, tanto que ahora que la escribo sigue resonando en mi cabeza como en el momento que la dijo, tratando aún de asimilarse.
La niña consentida, la que siempre tuvo regalos, la que nunca se quejaba, la que siempre tenía dinero y permisos ¿No es hija de aquel monstruo? y ¿Sandra y ellas están de algún modo atrapadas?

No puede ser cierto, debe ser parte de algún juego enfermo al igual que su sucio padre, que ahora negaba de serlo, y aquella palabrería era prueba de ello. Así que le recordé los momentos en los que ella era el centro de atención, momentos en los que ella recibía cosas lindas y dinero para de compras, aquellos en lo que siempre parecía feliz con su suerte.

Pero no recibí respuesta, pasaron unos minutos y solo escuché como se levantaba del suelo, diciéndome por último: Mañana entenderás todo, se paciente y no hagas ninguna locura.

***
Mi cabeza es un caos ahora y lo menos que tengo es paciencia. Paciencia para estar aquí, paciencia para controlar lo que pienso y paciencia por seguir viviendo.

No sé qué hacer o en que creer. Algo en su voz entrecortada por el llanto y quizás miedo, me hace querer creer que de alguna manera se encuentra atrapada igual que yo. Pero los recuerdos de aquella niña boba y feliz me hacen dudar.

Cómo quisiera tener a alguien que responda o me diga que hacer, porque ahora mi mente no contesta nada y solo sirve para preguntar. ¿Será cierta su historia o solo es parte del juego de Richard? ¿Debería confiar en ella ahora por primera vez? pero ¿Porqué si vivió el mismo abuso, no hizo algo? ¿Porqué no me ayudó a salir?

***
No tengo remedio más que dejar otro día de mi vida correr. Si es cierto lo que dice, mañana habrá alguna acción o respuesta que confirme su historia.
Pero si no es cierto, tendré que tomar medidas desesperadas.

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⏰ Última actualización: Jul 23, 2016 ⏰

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