Detesto cuando la tormenta llega para arruinar un día soleado.
Las nubes oscuras cubren el cielo y los primeros truenos comienzan a sonar.
Cae una gota, y por mucho que quiera impedirlo, caen muchas más.
Me lleno de agonía.
«No otra vez, por favor».
Pero no hay súplica que pare a la tormenta.
Los rayos caen, haciéndome gritar de dolor.
Y yo me hago una bolita que llora y llora mientras espera que el cielo se vuelva a despejar.