EIGHT: ❝COWARD❞

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░༄●○EIGHT: ❝COWARD❞❞○●༄░

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░༄●○EIGHT: ❝COWARD❞❞○●༄░


Las horas se alargaron con las sombras, y los ojos de Viserra se habían vuelto borrosos hacía mucho tiempo, pero aun así se sentó encorvada sobre la mesa de trabajo de los maestres, con las manos apretadas sobre un pequeño bisturí y unas pinzas y la nariz llena del hedor de ratas y gusanos en descomposición.

Los gusanos descansaban en una bandeja de cobre separada, retorciéndose unos sobre otros a ciegas mientras ella pellizcaba y cortaba la carne de rata. Hacía tiempo que se había aclimatado al olor ya la vista; todo lo que importaba eran sus hallazgos. Un viejo cuaderno de escritura yacía fuera de su alcance, la tinta aún secándose de su último garabato en el contenido del estómago petrificado.

Le dolían el cuello y los hombros, las velas se habían derretido hasta convertirse en charcos de colillas, pero seguía trabajando... buscando qué, no lo sabía. ¿Respuestas a preguntas que nunca las tendrían? Pero si alguien pudiera resolver el último acertijo de la muerte, sería ella. Tenia que ser. Ella era especial, diferente al resto, por encima de ellos. Ella tenía que.

Empujó a la rata un poco más. La sangre se había acumulado en sus extremidades inferiores y su cuerpo estaba saliendo de su estado de músculos rígidos, pero estas eran cosas que ella ya sabía que sucedían. Se habían formado bolsas de grasa en su corazón, y usó la parte plana de su cuchillo para rasparlas con cuidado. El corazón era lo que más importaba. Tenía que conservarlo lo mejor que pudiera. Dejó sus fórceps y hojeó su libro hasta que llegó a la página correcta.

Era la página más abusada de su libro. Flaca y aceitosa en su mano, manchada con varias sustancias a lo largo de los años, la escritura anterior era casi ilegible. Mezclas que ella misma había hecho, inyectadas en los corazones de todas sus ratas muertas; espera, que uno de ellos sea la cura para reiniciar ese órgano vital tan necesario para sobrevivir. Los maestres lo consideraron imposible; una vez que el corazón se detuvo, su dueño estaba muerto. Pero hubo quienes una vez consideraron imposible montar dragones, y sus propios ancestros les demostraron que estaban equivocados. La posibilidad era una puerta de entrada, y solo se abriría para aquellos que se atrevieran a correr riesgos.

Un golpe en la puerta apenas la despertó. Ella solo suspiró y recogió sus fórceps de nuevo.

──Ingresar.

Tardíamente, se dio cuenta de que era Daemon quien había venido. Entró en las cámaras oscuras con solo una pequeña arruga en la nariz. Una de sus doncellas había ido a buscarla antes para su comida del mediodía y se atragantó, casi vomitando en el suelo. Viserra se había divertido un poco con eso antes de despedirla.

Su tío había cambiado su traje de luto por algo más informal, aunque la librea seguía siendo fina y de color negro. Una capa oscura se posó sobre sus hombros y Viserra levantó una ceja.

──¿Huir de la ciudad de nuevo tan pronto?── ella preguntó. Su voz salió como una escofina, y de repente deseó un poco de vino. Ella había vaciado su jarra anterior hace horas.

𝐑𝐄𝐃 𝐐𝐔𝐄𝐄𝐍 | 𝐃𝐀𝐄𝐌𝐎𝐍 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora