Los sueños continúan.

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Akko lo único que quería era poder respirar aire fresco; a comparación de Diana ella realmente se había enervado por aquella escena, y era incapaz de mantenerse tranquila a pesar de ser solo un sueño. De todas formas, debo decir que no era muy inteligente el hecho de seguir corriendo por todo el medio de los extensos pasillos; ya que su respiración lo último que haría iba a ser tranquilizarse, y, al apenas levantarse era seguro que no estaba en facultades completas para ponerse a ejercitar.

Segundos después, al seguir corriendo, pasó algo que era inevitable; el frío del ambiente se combinó con la irresponsabilidad de Akko; y justo al extender para una zancada sintió como todos sus músculos se contraían provocando un dolor terrible. En su rostro se dibujó una mueca de dolor que no tenía precio.

Justo cuando la castaña caía, la pobre Cavendish que no tenía culpa de nada salía apenas de una de las intersecciones de los tantos pasillos; como era obvio la física hizo su trabajo y de manera aparatosa Akko se llevó por delante a Diana; golpeando recto, rostro con rostro, frente con frente.

No siendo suficiente el dolor en su pierna, ahora la nariz y el labio de la castaña sangraban por el fortísimo choque, lo mismo para Cavendish, solo que ella hasta se mareó un poco por el golpazo en la frente.

Los sonidos de queja no se hicieron esperar; y, solo fueron unos segundos los que pudo percatarse Akko de contra quien había chocado antes de tirarse en el suelo sosteniendo con gran fuerza su pierna derecha mientras los músculos de esta se movían de una manera que a leguas parecía severamente doloroso; solo soltaba jadeos repletos de sufrimiento y las lágrimas comenzaban a brotar.

Por otro lado, la rubia, enfurecida, con un ceño fruncido, viendo que Akko se revolcaba en el suelo por el dolor, no se compadeció nada; y, al ponerse de pie se puso a regañar a la pobre castaña que no podía si quiera escuchar las proclamas de Diana.

—No puedo creerlo —Dijo la rubia con una rabia... "¿elegante?" — Akko, en serio que esta vez te pasaste, ¿por qué estás corriendo en los pasillos? —Su voz era un poco dolida por su labio hinchado, pero seguía guardando esa seriedad y categoría — Auch... —Tomó su labio superior y ocultó su queja — Mira lo que provocaste.

En ese momento, propio de aquella refinada joven, su varita se encontró empuñada y en un momento tras el típico resplandor verde las heridas de ambas se curaron y el dolor del calambre de Akko se detuvo, dejando a la pobre chica respirando por fin con tranquilidad. Con un sudor frío en su frente y ojos llenos de lagrimas miró a Diana quien, por primera vez se preguntó si había sido demasiado dura; no obstante, de pronto su compañera le lanzó la sonrisa más grande que se puedan imaginar, y de golpe se paró para abrazar con fuerza a la rubia; quien, con algo de rechazo fue completamente incapaz de corresponder aquel acto y se quedó completamente quieta...

— Gracias; Diana, de verdad, gracias —Decía Akko, para que de manera tan sincera se apegara de esa forma a Cavendish el dolor debió ser horripilante.

De la nada, Akko recuperó compostura, y se percató de lo cerca que tenía a la rubia; a su mente, como si de un flashazo se tratara vino el recuerdo de ambas sumidas en un beso en el medio de atardecer; y, de inmediato se separó del abrazo y sonrojada, con el pulso a mil, se disculpó y sin palabra alguna se echó a correr...

Un rostro confundido fue lo único que quedó dibujado en Diana, mientras observaba a Akko correr a toda velocidad; sin aprender que con facilidad podría llegar a acalambrarse de nuevo. Cavendish simplemente soltó un suspiro, sacudió un poco su cabeza y recuperó su expresión estoica. Al final, solo siguió con su camino.

Atusko pronto relajó sus pasos una vez estuvo fuera en donde habrían de practicar; relajó su respiración y se tomó un momento para pensar en lo sucedido. «Solo fue un sueño; un simple sueño... si... nada más que un sueño», cada vez que se decía a si misma eso la imagen de sus labios en contacto con los de Cavendish no hacían más que propagarse como virus, y al final, recordó que, en el aparatoso choque, aunque de una manera muy poco romántica y más bien dolorosa sus bocas se juntaron, ese mismo recuerdo hizo que casi que se le saliera el alma del cuerpo.

El asunto era curioso... mientas una no le daba ni la mínima de las importancias y casi que ni lo recordaba, la otra no hacía más que pensar en eso, sumiéndose en una negación; incapaz de controlar sus emociones y dejarlo en lo que había sido: un sueño.

Pero algo hay que sacar bueno de lo malo... la capacidad de distracción de Akko era increíble; una vez las clases comenzaron y se puso a volar mientras Amanda de vez en cuando se burlaba un poco de lo lento que iba o lo torpe que era, Lotte la apoyaba y Sucy miraba sombría a la distancia a Akko se le olvidó completamente el asunto.

De admirar era que Akko fuese capaz de no pensar demasiado en el tema; y entonces, el día transcurrió con cierta normalidad, aunque de vez en cuando Akko se perdía en sus pensamientos siempre se las arreglaba para distraerse; y ese día Diana tampoco hizo demasiados actos como para llamar si quiera la atención de la castaña.

De algo estoy seguro, esto era una pequeña batalla; entre el destino, la estoica Diana Cavendish y la distraída Atsuko Kagari; y por más que le costara al destino, hay que decir que no importaba así le tomara uno o cien años; al final era inevitable y no era más que cuestión de tiempo...

Aquella noche; el turno fue de la rubia, quien seguía leyendo con algo de confusión aquel extraño libro que cada vez se volvía más fantasioso, pero, por alguna razón algo tenía que mantenía a Diana leyendo sus páginas, el principio de la manipulación total de magia era fascinante por más que se tratase de un cuento de hadas.

Pero, al dar vuelta a una de las paginas se topó con algo escrito en unas runas extrañas; estaban un poco degastado, pero eran relativamente legibles; al final, logró descifrar un poco el mensaje; aunque antes tuvo que interpretar lo que decía dadas las runas del mismo, para cuando termino ya era madrugada, y, lo que decía el pequeño texto era de lo más extraño, al principio hizo enojar a Diana haciéndole pensar que había perdido completamente su tiempo, pero mientras más leía, su expresión cambiaba poco a poco...

"Cariño; escribo este mensaje desde Australia, solo, para pedir perdón; a pesar de que me has dicho que no viniese hasta este lugar decidí no escucharte, decidí... poner mi orgullo por delante, que pronto se convirtió en soberbia y me cegó completamente. Admito que usé ese sentimiento como un escudo que pronto se rompió en pedazos, siempre me fue difícil poder decir lo que de verdad decía, y por eso, siempre te necesité tanto; pensé que tal vez alejándome podría mejorar, pero me equivoqué.

Sé que tal vez ahora no quieras ni verme, pero, quería recordarte que te amo, y que, dejaré tirado el orgullo"

Diana se puso de pie cerrando el libro; había algo que le intrigaba de los escritos; en idiomas diferentes, hablando de romance. Después de un baño se fue a dormir, y la luna hizo su trabajo.

En sueños la situación no cambiaba, y mientras ella caminaba en los pasillos de una Luna Nova solitaria, Cavendish se iba sintiendo más y más nerviosa; no sabía que era un sueño, pero una sensación incomoda y de repelús recorría su espalda a cada paso, mientras la luna de media noche alumbraba los pasillos con ventanas, el silencio llenaba lo largo y ancho del edificio.

Cavendish, incapaz de despertar siguió andando hasta recorrer practicamente todo el lugar, pero, no había signos de vida. Algunas veces gritó nombres de sus colegas, pero no hubo una sola respuesta, y, por último, ya como recurso final, decidió ir a su habitación.

La puerta rechinó un poco al abrirse, y, se respiraba un aire cálido y acogedor en el ambiente. La rubia dio unos pasos hacia adelante y observó en la mesa una pequeña vela de aroma canela y manzana que por algún extraño motivo no tenía ningún olor. Siendo incapaz de percatarse que estaba soñando se apresuró a ir al otro lado de sus aposentos; en donde encontró una imagen que, la asqueó un poco...

Akko sostenía en brazos a Cavendish; un beso se dibujaba en la silueta del tenue fuego y la plateada luna; justo cuando la castaña dejó el cuerpo de la soñadora en el colchón. Su despertar fue inmediato; más abrupto que el de hacía unos días. Sus ojos estaban algo desorbitados y era incapaz de controlarse.

Duró así un largo rato; se sentía cansada por el poco tiempo de sueño que había tenido; y, lo primero que se le ocurrió pensar fue que todo aquello era obra del libro extraño, el día que leyó también aquel pequeño dicho soñó algo similar, así que prometió no leerlo más y lo puso en lo más recóndito de su estante. Aun así, el objetivo se cumplía a paso lento, pero seguro, Diana ahora se notaba más aturdida por aquel sueño, y, una vez terminó de vestirse, rozó con delicadeza sus labios con su dedo y la mirada perdida, preguntando como sería un beso.

Pero decidió que no tenía sentido, otra vez, «Noera más que un sueño»; no le dio la mínima importancia y salió andando conpasos firmes. 

La alegría de amarte (Diakko, Lemon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora