Y así es como comienza...

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Es raro comenzar una historia de esta manera; me refiero, al final la magia fue consolidada en bastantes partes del mundo y tomada de regreso como un recurso importante, —sobre todo en campos como la medicina, la ganadería y agricultura—.

Después de abrir el gran triskelion y utilizar la magia que cambiaría el planeta entero se notaba a leguas que realmente de algo había servido, y, en un panorama general podríamos decir que iba cada vez mejorando todo para el mundo mágico y las brujas; abriéndose múltiples academias en distintas partes del mundo; habiendo personas normales queriendo aprender a cerca de esta magia. Parte natural de las consecuencias eran las ganancias económicas, el aumento de estudiantes y a nuestra otra vez protagonista Atsuko Kagari con una capacidad un poco más grande, dándonos por lo menos una demostración de que podía moverse algunos metros en su escoba, pero como es obvio a aquella chica le perseguía no sé si la mala, la buena suerte o simplemente la aventura...

Dicho lo anterior hay que posicionarnos medio año más tarde de la apertura del Gran Triskelion, cuando claramente la celebración por el logro ya había sido terminada y todo parecía irse normalizando poco a poco. Naturalmente, que Atsuko fuese poco a poco recuperando su capacidad para hacer magia provocó en aquella chica una euforia inconmensurable que no hacía más que crecer día a día; de todas maneras, mucha gente no lograba responder a la pregunta de «¿Cómo es que una bruja que apenas tiene la capacidad de volar fue la responsable de hacerse con la magia más poderosa que jamás haya existido?». Al final, es una de esas preguntas que es mejor dejar en el estante y simplemente seguir con tu vida.

Por lo menos podemos decir que las profesoras se comportaban de una manera un poco más flexible con Akko, quien, pronto se había acostumbrado a ver el rostro de Chariot por los pasillos, y, aunque le costase admitirlo las primeras veces siempre son complicadas, y, aunque en el fondo aceptó que al final del día ella no era Chariot y que debía poner esfuerzo en forjar su propio camino, claramente ella seguía siendo una especie de ídolo...

En cuanto a las relaciones estudiantiles nada que denotar... todo parecía haber vuelto a la normalidad; todo excepto que Diana se había vuelto menos severa, aún tenía su actitud estoica, reservada y orgullosa, pero por lo menos tenía la decencia de saludar a Akko y reconocer en medida que poco a poco se iba volviendo más talentosa.

Era común ver a Akko y Diana conversando en situaciones donde se encontraban solas por el pasillo y la castaña siempre terminaba por retar a Cavendish, diciéndole que se volvería una Rival digna; claro que esto a Diana no le podría dar más igual, al final a ella no le interesaba la competencia, simplemente respondía a aquella chica acelerada con un «Claro, claro, esfuérzate» seco y sin demasiada trascendencia para después retirarse.

Aun así, no había rastros de malicia en los actos de aquella rubia, simplemente que no entendía el porque Akko se esforzaba tanto en retarla si se suponía que al final aceptó que se esforzaría por llegar a su propio potencial mágico sin voltear a ver a nadie ni compararse; después de todo, como bien dicen "La comparación es la ladrona de la felicidad", claro, tal vez para Akko no aplicaba mucho, porque para ser sinceros, se veía más feliz que nunca...

Me parece que ya fue una introducción que se alargó de más, pero puesto ya el contexto; yo, el privilegiado narrador de esta historia, comenzaré a contarla así; en orden de hechos...

La noche llegaba ya a Luna Nova; y, Akko junto a sus amigas se encontraban durmiendo, placida, y profundamente. Aún era relativamente temprano y Diana leía en su habitación una especie de manuscrito antiquísimo que adquirió en una especie de venta de objetos mágicos en el pueblo; se titulaba como "ensayo de canalización y la explicación de la magia"; era extremadamente complejo, hablaba de cosas que hasta para Cavendish escapaban a comprensión, y no solo eso, también tenía términos o relatos fantasiosos a cerca del usar magia sin una barita, es más, siendo incluso posible usarla sin un encantamiento preciso; esto para la bruja llena de un orgullo familiar y con un basto conocimiento en el área no eran más que habladurías y patrañas, así que, algo molesta por gastar su dinero en eso, cerró el libro con algo de furia y se fue a dormir también...

La chica rubia dormía plácidamente siendo iluminada por la palidez de nuestro satélite natural; su respiración era relajada, su pecho se hinchaba un poco y volvía a bajar con lentitud, sus sueños, como cualquier persona no eran nada que pudiésemos llamar "poco comunes" teniendo en cuenta que los sueños en si pueden ser extremadamente raros, pero, de pronto una pequeña anomalía se presentó en esos mismos sueños, y, mientras una pelusita de estas que flotan de vez en cuando por ahí, iluminada por la luz de la luna, se posaba en su frente su mente se vio perturbada...

Diana se encontraba en el patio de Luna nova, sentada, sin hacer nada en lo absoluto; era de noche y el cielo se iluminaba fulgurante por la infinidad de estrellas en el cielo. Sin embargo, esta misma chica era totalmente incapaz de moverse, por más que lo intentara, lo unico que podía hacer era deslizar sus iris de un lado a otro y de arriba hacia abajo enervada por lo que pudiera suceder. Como si le hubiesen inyectado un veneno paralizante sentía como si su cuerpo fuera una roca inamovible, y su respiración iba desesperando, pero entonces, de repente el panorama cambió, y ahora estaba aún sentada, pero, justo en la torre de Luna Nova; en aquella zona donde la piedra de la hechicería se alzaba gallarda con su brillo verde, mágico y antinatural.

Cavendish no podía comprender nada, tampoco sabía que era un sueño o más bien una pesadilla, era incapaz de liberarse de su propia inmovilidad que ni gritar le dejaba, pero entonces, ante un par de ojos inyectados en sangre por la desesperación, observó delante de ella dos figuras que se alzaban en pos de la luna. Se trataba de ella misma, y, quien estaba delante tomando con delicadeza era Akko, el brillo carmesí de esos ojos y su cabello castaño eran inconfundibles, el viento sopló alzando el cabello de ambas chicas, que, tomadas de las manos recitaban algo inteligible. Por lo menos, la rubia fue capaz de tranquilizarse un poco, y, con curiosidad, pero a la vez nervios se quedó observando.

Las figuras en cierto punto apuntaron su visión a la Luna, pareció como si algo gritaran a ella y después se sentaron justo en el borde de aquella bella estructura, con sus manos tomadas y una conversación que parecía amena, entonces, cuando el viento volvió a soplar, de pronto aquellas figuras juntaron sus rostros hasta culminar en un beso que tapó durante unos instantes a la luna.

Diana despertó de golpe abriendo sus ojos de par en par; su corazón y respiración se encontraban operando al máximo de su capacidad, su mirada se desorbitó y su cuerpo temblaba un poco ante la repentina muestra de aquel que llamaban afecto, más aún con alguien que ella en el fondo respetaba.

Sobra decir que el resto de la noche no fue capaz de pegar ojo, y al día siguiente, por algún motivo, el hecho de encontrarse con Atsuko le enervaba de alguna manera; sentía que sería completamente incapaz de verla a los ojos. No obstante, el estoicismo era lo que caracterizaba a la señorita Cavendish, así que antes de salir intentó mentalizarse un poco; respirar profundo y hacerse a la idea de que todo, absolutamente todo lo que había sucedido, no era más que un simple sueño.  

La alegría de amarte (Diakko, Lemon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora