Capítulo II

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Kirishima se paseaba de un lado a otro como león enjaulado en la sección de fumadores que se encontraba justo en la puerta del embarque de la aerolínea, daba unas caladas profundas y rápidas debido a la ansiedad experimentada en ese momento al punto en que comenzó a marearse. El avión según había entendido se dirigía a Charleston, en Carolina del Sur, sin duda la ciudad favorita de Eijiro, finalmente vio algo positivo dentro de esa penosa situación que momento a momento se volvía más desastrosa.

Primero, el jodido y Todopoderoso señor Bakugō se negó a aceptar su plan, luego saboteó su equipaje, cuando el chófer descargo una sola maleta del baúl del automóvil, en lugar del juego completo que el mismo había preparado. Al principio creyó que se trataba de un error, pero Katsuki lo saco rápidamente de esa idea.

—Viajaremos con poco equipaje. Le pedí a tu ama de llaves que lo rehiciera por ti durante la ceremonia.

—¡Debiste habermelo consultado, eso sin duda no estuvo nada bien! -Claramente no imaginaba que la señora Chiyo supiera cuanto afecto le tenía a sus 20 boxers de spiderman, posiblemente ni siquiera había metido uno de estos.

—Hay que facturar. -El rubio alzó sin ninguna dificultad su equipaje y comenzó a caminar, Kirishima sin dudas se había quedado asombrado al ver cómo ni siquiera se ofreció a llevar el suyo, no es como que el no pudiera, pero era un gesto de simple caballerosidad, cuestión de la que claramente carecía su marido. La arrastró justo detrás de Katsuki hacia donde se encontraba la entrada y rápidamente noto las miradas que se posaban más que nada en su cabello levemente despeinado, su camisa quemada por las cenizas de sus otros cigarros y su ya arrugado pantalón.

Cuando Bakugō desapareció con la excusa de que se dirigía a los aseos, Kirishima aprovecho para pedir una nueva cajetilla de cigarros en un pequeño kiosko, grande fue su sorpresa al ver que lo único que tenía era un billete de diez dólares, sus tarjetas estaban canceladas y sus cuentas bloqueadas, lo pensó mejor para después guardar el billete para alguna emergencia, después de todo era el único dinero que le quedaba. En cambio le pidió un pitillo a un atractivo alfa quien no se lo negó.

Cuando lo apagó, Bakugō salió de los aseos, al ver cómo estaba vestido sintió como todo el estómago se le revolvió. El traje con el que se casó fue reemplazado por una camisa a cuadros, desgastada por infinidad de lavados, y unos pantalones de mezclilla descoloridos que si no fuera por la orilla juraría que eran blancos. Para rematar tenía unas botas de cuero que Dios sabe cuánto tiempo habían aguantado el trabajo al que se dedicaba ese hombre. Al tener la camisa arremangada podían verse sus muy tonificados brazos, adornados por un reloj de oro con correa de piel.

Eijiro quiso llorar en ese momento, de todas las cosas horribles que Enji alguna vez le pudo haber hecho, nunca se imagino que llegaría al extremo de casarlo con un posible indigente.

—Vamos, acaban de hacer la última llamada.- Dijo alzando ambas maletas con mucha facilidad, sin duda a su madre le hubiera encantado ese hombre.

—Señor Bakugō, por favor, no creo que quiera hacer esto. Si me prestará tan solo una tercera parte del dinero que legítimamente me pertenece, podríamos ponerle fin a esta situación.

—Le hice una promesa a Enji y mi palabra es lo más sagrado que tengo, nunca la rompería, a lo mejor sea una tontería pero es cuestión de honor.

—¿Honor? ¡Usted se vendió! Dejo que Enji lo comprará ¿Que tipo de honor puede ser ese?.- Está vez Eijiro parecía más exaltado, para él el honor lo más masculino que una persona podía tener, pero no veía esa cualidad en Katsuki por ningún lado.

—Tu padre y yo hicimos un trato y no pienso romperlo, por otro lado, si tú quieres marcharte no voy a correr atrás de ti.

—¡Sabes que no puedo! No tengo dinero.

ANGELEYES - BAKUSHIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora