Capítulo IV

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— ¿Que mierda haces aquí afuera?

Kirishima abrió los ojos de golpe y alzando la vista logro identificar aquellos ojos color sangre que lo perseguían en sus pesadillas, al principio no entendía que sucedía, pero luego los recuerdos vinieron a su cabeza, Katsuki, la boda, el látigo de fuego.

Era consiente de que las manos del alfa que lo tenían por los hombros habían sido la única razón por la que no se había caído de la camioneta cuando el abrió la puerta. Se había escondido allí porque no tenía valor de pasar la noche en aquella caravana con solo una cama y un desconocido que blandia látigos.

Fingió estirarse para alejar las manos de él de sus hombros, ahora ya no tenía el traje cosaco sino unos jeans desgastados con una camiseta negra pero la calavera blanca en medio de esta no lo hacía ver menos amenazador.

— ¿Que hora es?

— Poco más de media noche.

Kirishima había ido a la caravana luego de la función pero ver los látigo tirados sobre la cama, pareciendo como si más tarde fueran a ser utilizados nuevamente y escuchando resonar las amenazas de Bakugō en su cabeza terminaron por hacerle sentir miedo y terminar escondido en la camioneta mientras Katsuki se preocupaba de desmantelar la carpa y ayudar a cargar los camiones con asientos y tarimas.

— Ven vamos a la cama.

— Yo creo que no. De hecho preferiría dormir aquí.

— Causas más problemas de los que vales ojos de ángel, por si no lo has notado estás tiritando.

— Estoy muy bien.- Mintió.

El alfa solo se encogió de hombros.

— Toma esto como una amable advertencia, no he dormido en tres días, primero tuvimos la tormenta y casi perdimos la cubierta del circo, luego he tenido que hacer dos viajes a Nueva York, como te habrás dado cuenta no soy una persona de trato fácil y me pongo peor cuando no duermo, así que saca ese lindo trasero de la camioneta.

— No.

El alfa levanto el brazo que tenía al costado y Eijiro solo se alarmó cuando vio el látigo enroscado en su muñeca. Katsuki dió un puñetazo al techo del auto.

— ¡Ahora!

Eijiro entonces entendió que la amenaza del látigo ya no era nada abstracto y sin más bajo de la camioneta dejando que Katsuki lo tomara por el brazo y lo llevará por ese camino de matorrales hasta donde se encontraba la caravana.

Una cosa era ser un omega independiente y sin miedo a que le sucediera algo de día, pero de noche al estar entre la oscuridad en Carolina del Sur completamente solos definitivamente no era una buena idea.

— Gritaré si intentas hacerme algo. — Su contrario solo bostezo.— Lo digo enserio, no quiero pensar mal de ti pero no me dejas otra opción cuando me amenazas de esta manera.

Katsuki abrió la puerta de la caravana y encendió la luz empujando a Kirishima suavemente por el codo para que entrara.

— ¿Podemos discutir sobre esto mañana?

— No, creo que no y por favor no vuelvas a tocarme otra vez.

— Estoy muy cansado como para lanzarme a tu cuello está noche si eso es lo que te preocupa.

— Si no tienes esas intenciones entonces ¿Por qué insistes en amenazarme con el látigo?

Bakugō frunció el ceño confundido hasta que bajo la mirada y se topo con la cuerda negra trenzada, un gesto que hizo alusión a qué olvidaba que la tenía en la mano, gesto que Eijiro no se creyó para nada.

ANGELEYES - BAKUSHIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora