Capítulo 1

32 2 2
                                    


Drew


Observo a mi sobrino Adler, que frunce el ceño al ver la carta que llevo enganchada con una diadema en la frente. Parece que no tiene muy claro qué soy. Me imagino que, a sus cinco años recién cumplidos, todavía hay cosas que sabe para qué sirven, pero no cómo se llaman. Lola, mi cuñada, se aproxima a él, le susurra en el oído y el pequeño sonríe.

—¿Empiezo? —Adler asiente—. Vale, veamos. ¿Soy un animal?

—Nooo —se carcajea mi sobrino.

—Entonces, ¿soy una profesión? —El pequeño frunce el ceño ante mi pregunta y Lola niega con la cabeza.

—Adler, cariño. Una profesión es ser profesor, jardinero...

—¡Ah, vale! —responde resuelto—. Pues no.

—¡Qué difícil! —me quejo mientras mi sobrino se ríe—. A ver, soy algo para la casa.

—¡Sí! —contestan los dos entusiasmados.

—Genial. Voy bien —afirmo y me froto las manos emocionado.

—Eres algo que no has utilizado en tu vida —dice mi hermano que entra en el salón con la pequeña Callie en brazos.

—¡Papáááá!

—¡Cayden! —le reprochan el niño y su madre a la vez.

—Todavía no había pedido pista —refunfuño yo.

—¿Tengo que recordarte a qué has venido? —me recrimina mientras Callie abre los brazos y me reclama. Estiro los míos y sonrío a mi pequeño bomboncito.

—No entiendo cómo tu mujer todavía te aguanta. —Cayden resopla dejándome a su hija que se abraza a mi cuello—. Sigues siendo el tío más amargado de Boston. ¿A que sí?

—Sí —responde mi sobrina que se ríe con mis cosquillas. Yo recibo una colleja de mi hermano y el gesto le arranca una carcajada a Adler.

Cayden se acerca a su hijo y le da un beso en la cabeza. Se sitúa al lado de Lola y se apodera de sus labios con hambre. Pongo los ojos en blanco, no porque no me alegre de ese amor tan profundo que se tienen, sino por la pelusilla que siento. Es una envidia sana, sanísima, pero envidia al fin y al cabo.

Yo siempre he sido el romántico de la familia, el que cree en el amor, al que le gusta que le susurren palabras bonitas. Me encantan las puestas de sol, las cenas a la luz de las velas, las sorpresas, los abrazos, los besos sinceros, que me hagan reír y suspirar... En cambio, Cayden siempre fue un hombre frío y distante, serio en exceso y ahí lo tenemos, enamorado hasta la médula de Lola. Es verdad que, si yo fuera heterosexual, también habría perdido la cabeza por mi cuñadita. Es una mujer extraordinaria en todos los sentidos.

No solo eres amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora