Se querían, por supuesto, pero de maneras diferentes.
Se querían tanto que él no soportaba que ella no estuviera en casa para él y ella, lo quería tanto que cada vez que él se iba no le pedía que se quedara, simplemente se limitaba a continuar con su pequeña manía de regalarle uno de sus más sensibles besos y le pedía que tuviera cuidado en la carretera cuando atravesaba la puerta.
Ella sentía que sin él no era nada.
Él se ocupaba día a día de que ella sólo tuviera hueco en su manipulable mentalidad para ese tipo de pensamientos.