Cada mediodía llegaba del trabajo y se sentaba en la mesa. Ella le traía el almuerzo y se sentaba con él.
Intentaba que sus conversaciones desgastadas dejaran de tener ese matiz, pero él respondía a todo con rotundidad sin apartar la vista del plato.
Ella callaba y seguía observándolo. Tenía en su mirada toda su atracción, pues desde que lo conoció quiso saber que escondía en esos ojos.
Tres años más tarde, aún no lo había descubierto.