CAPÍTULO 1

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Aunque el invierno no era nada extraño en el ducado Lershe, nunca han vivido uno tan fuerte como los de Verlur. La nieve y los vientos no se podían comparar con las frías estaciones de Lershe. Además de que en ese ducado las estaciones duran igual y no eran exageradamente largas. Pero a Silvein Daphni Lershe no le impresionaba casi nada. Era una duquesa de mente fría, pocas sonrisas sinceras y nada de sumisión. "La cierva indomable del bosque", así la llamaban sus súbditos, aliados y hasta enemigos. No sería mentira decir que a ella no le causaba orgullo ese sobrenombre. Era la mayor prueba de que todos sus esfuerzos habían valido la pena.

—Mi señora, estamos cerca de la cueva del lobo —dijo sir Arold, el 2° comandante en Lershe y 1° escolta de la duquesa.

—Tenía que ser en pleno invierno —dijo Silvein en la comodidad de su carruaje y en compañía de sus doncellas Judy y Elena—. Esta gente no bromea con sus largos inviernos.

—Las montañas blancas nunca permitirían estaciones cálidas —dijo su doncella Judy—. Es un milagro que esta tierra haya tenido una larga primavera.

—La duquesa de Verlur debió invitarla en primavera —se quejo Elena— ¿Por qué la invita en esta estación tan fría? Es una mujer muy desconsiderada.

—Basta las dos —dijo Silvein—. Olvidan que es una mujer con mi misma posición. No la tomaría en cuenta si no fuera una verdadera duquesa.

—Lo que diga mi señora —dijeron ambas doncellas.

El carruaje tuvo problemas para avanzar desde que cruzaron la frontera, la nieve tapaba mucho el camino. Por suerte, no tardaron en limpiar las carreteras. Obvio que el estandarte del ciervo llamó mucho la atención. La familia Lershe es conocida por apreciar la pureza del linaje. Y aunque eran vecinos, nunca hubo negocios entre ambos ducados. La mayoría señalaba que el motivo se debía a que sus duques eran bastardos.

Pero esos susurros no eran importantes para la Cierva de Lershe. Solo reaccionó cuando su 2° comandante le dijo que por fin habían llegado a la cueva del lobo, el castillo de Verlur. Joseph y el 1° comandante Cristian salieron para recibir a la invitada junto a varios empleados.

—Bienvenida al castillo de Verlur, duquesa Lershe —saludo el mayordomo—. Espero que su viaje haya sido placentero.

—Bueno, el frío es solo un poco más de lo que se vive en mis tierras. Pero, ¿Por qué me reciben puros sirvientes? ¿Dónde está su señora?

—Hubo un incidente en el castillo de las rosas, mi señora tuvo que retrasar su regreso. Pero me envió un cuervo esta mañana asegurando que estaba a dos días de regresar —respondió sir Cristian.

—¿Dos días? —pregunto molesto sir Arold— ¿Quién se cree que es su señora para burlarse de la duquesa de Lershe? —el 2° comandante sir Arold era todo lo que se esperaba de un jinete del bosque: alto, fornido, fuerte y honorable.

—No asuste a nuestros anfitriones, sir Arold. Seguro hay una buena explicación para que la duquesa se retrase ¿no es así?

Joseph y Lola se sintieron intimidados desde que la Cierva del bosque bajó de su carruaje. No era de extrañar, era una mujer de la que se rumoreaba que asesinó a sus dos esposos. La gente solo hablaba de cuándo volvería a casarse. Pero sobre todo, ¿Cuándo podrá embarazarse? Pero aquellas preguntas eran dichas solo en la mente. Nadie quería acabar como los ebrios de bar o chismosas del mercado que osaron burlarse de la mujer que se hizo respetar a través del miedo y resultados. Cada hombre de su ejército era leal hacia ella, a tal punto de no permitir ni una sola falta de respeto hacia su señora.

—Nuestra señora fue atacada por la princesa de Arank —respondió sir Cristian nada intimidado—. Por suerte un sacerdote viajó con ella...

—¡Alto! —dijo Silvein— ¿La famosa rosa de Arank atacó a la duquesa Verlur? Necesito detalles, pero hace frío. ¿Mi habitación está lisa?

LAS LIBERTADES DE LA VENGANZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora