8. Islas

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Mi cara cuando desperté en la enfermería de la escuela fue un dilema. Estaba muy confundida porque recordaba perfectamente que me dormí en la sala donde nos preparamos con mi equipo, y debieron de traerme inconsciente hasta aquí. Me mantuve en la camilla a petición de la enfermera escolar, quien justamente me estaba explicando que fue lo que me pasó a pesar de que yo aseguraba que solo fue por la falta de sueño.

—¿Entonces no me quedé dormida, sino que me desmayé por hambre?— repetí incrédula las palabras de la mujer.

—Así es, señorita— asintió cerrando sus ojos azules— un simple tazón de cereal no es suficiente para la gran actividad física que haces a diario. Aparte, tampoco dormiste bien. ¿Es que cómo se te ocurre?— chasqueó la lengua mirándome en desaprobación.

—Solo fue hoy, se lo juro— reí nerviosamente bajándome de la camilla— ¿debo llamar a mis padres?

—No es necesario, puedes volver a clase— colocó una manzana y unas vitaminas en mis manos— si te sientes mal de nuevo avísale a un profesor.

—Gracias, la comeré de camino— prometí guardando las pastillas en mi mochila y salí.

Los pasillos estaban vacíos, a estas horas todo el mundo estaba en clase. Tenía la hora justa, si me apuraba un poco me daría tiempo de ir a cambiar mi atuendo al baño y entrar al aula justo para la cuarta hora.

Después de alistarme, golpeé la puerta del salón para evitar interrumpir y me adentré con algo de vergüenza. El profesor ya estaba dentro empezando su clase, sentí como todos voltearon a mirarme por lo que solo me encaminé a mi asiento con la cabeza gacha pero justo cuando me paré frente a mi asiento, Pietro me miraba con esa típica sonrisa juguetona sentado en mi lugar al lado de Livia. Lo miré con el ceño fruncido y le hice señas para que se fuera antes de que me regañaran, pero solo permaneció mirándome sonriente como si su plan fuese colmar mi paciencia.

—Oye Pietro, ¡te lo ruego!— protesté a susurros mientras el profesor continuaba distraído leyendo.

—Pasquali, llega tarde— se pronunció el maestro de repente, haciéndome sobresaltar.

—Lamento llegar tarde, es qu-

—Ya me informaron de su condición. Tome asiento, recién empezamos— demandó volviendo la vista a su libro.

—El profesor castigó a Pietro y lo cambió de lugar— me avisó Livia con una mueca— puedes sentarte con Giulio.

—De acuerdo— sonreí levemente y me alejé, no sin antes sacarle la lengua a Pietro.

Últimamente Pietro estaba insoportable, parecía malhumorado todo el tiempo y cuando hablaba era para decir algo negativo. No me sorprendía que el maestro lo haya castigado apenas empezar la clase, siempre estaba dispuesto a llevarle la contraria a cualquiera, incluso a los propios docentes. Desde aquella vez en la sala de prácticas que ya no hablamos, no parecía enojado conmigo, sino que podría decirse que estaba peleado con la vida misma.

Me resigné a tomar el asiento que era originalmente suyo, y vi a Pac después de muchas horas. Estaba tomando apuntes, al parecer muy concentrado en lo suyo porque no se percató de que estaba sentada con él. Agité mis manos cerca de su cara, se dio cuenta y se sacó los auriculares con una afable sonrisa.

—Lo siento, el volumen estaba muy alto— susurró entre leves risas para no llamar la atención del profesor que seguía en lo suyo— ¿te encuentras mejor?

—Sí, por suerte no era nada grave— sonrió aliviado al escucharme— ¿de casualidad, sabes cómo terminé allí?

—Yo te cargué hasta allí— rascó su nuca apenado— me preocupó que no te veías respirando regular. ¿Qué te dijo la enfermera?— me miró detenidamente para ver mi estado.

Madly in Love | Giulio PaccagniniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora