¡THREE!

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Escuchó los cuidadosos pasos del mayor rondar por la habitación, suponía que estaba terminando de ordenar todo, pues el sonido de objetos posándose en diferentes lugares se lo daba entender. Lo siguiente fue la televisión apagándose, el silencio adueñándose del dormitorio y, por último, los pesados sonidos aproximándose en su dirección.

Changbin sabía el enorme esfuerzo que Seungmin hacía para no "despertarle". Siempre había sido cuidadoso con él, dejándole descansar en su hombro, alentándole a dormir pequeñas siestas, cubriéndole con mantas cuando se desplomaba en lugares inadecuados o haciendo al resto callar para que no despertara.

Eso a Changbin en verdad le gustaba.

Percibió los pies escalando hacia arriba, llegando finalmente a la litera donde él dormía. A pesar de no poder ver, estaba seguro de que Seungmin le analizaba con atención, buscando formas de acostarse sin perturbar demasiado al de cabellos rubios y cuando sintió el cuerpo del menor recostarse detrás suyo, nuevamente las punzadas de nervios invadían el sistema de Changbin.

Joder, de nuevo sus brazos rodeándole la cintura. ¿Por qué se sentía tan inquieto?

El ligero rubor que Changbin podría haber estado experimentando, incrementó gradualmente cuando Seungmin le estrujó con fuerza, pegando ambos cuerpos firmemente y clavando su nariz en la nuca del menor.

¿Le estaba oliendo o era su imaginación?

Changbin no era capaz de sentirlo directamente, pero con el hecho de ser consciente de su menor pegado a sus espaldas, con el torso desnudo y su caliente aliento chocando contra su piel, era suficiente para volverle un manojo de nervios. ¿Cómo había podido pasar de ser dulce, a tornarse algo tan intimo?

—Buenas noches, Hyung. —murmuró contra su oído, ronco y suave.

Changbin sintió derretirse en aquel instante.

'♡'

La siguiente mañana fue mucho mejor.

Extrañamente. Seungmin sí estaba de buen humor, quizás por sus falsas esperanzas de que hallaría aquel peluche; porque más allá del hecho de dormir, había sido una compañía. Lo llevaba a todos lados, todo el tiempo. Estaba desde el inicio de su sueño y a su vez carrera, por lo que claro que se sentiría mal de perderlo. Tenía manchas históricas, marcas de un verdadero guerrero que soportó el descuido de Seungmin y sus amigos, como por ejemplo el rastro de un café que le derramaron encima luego de un concierto importante, o parte de su patita decolorada cuando le lavaron con el producto equivocado y eso si no hablábamos de las incontables ocasiones donde Seungmin lo dejó caer en plena tierra, o se le mojo.

Pero a pesar de todo, era su preciado PuppyM.

Changbin observó atentamente la alegría de Seungmin desvanecerse cuando terminó de registrar la sala de grabación.

Y por primera vez desde que había iniciado la broma, se sintió mal.

—No lo entiendo... —soltaba frustrado Seungmin, de espaldas al menor, con un deje de tristeza en su tono.— ¿Por qué no está aquí?

Y el rubio tan sólo pudo hacer una mueca rara, perdido. Ver a Seungmin  angustiado no era para nada agradable, mucho menos habitual.

¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Devolverselo? ¿Confesarle su broma? ¿Abrazarle?

Con dudas en su caminar, Changbin se acercó lentamente al castaño, posando cauteloso su mano en la espalda del mayor, y ascendiendo hasta su hombro. Se mantuvo a su lado, dispuesto a hablar, pero fue cuando observó unas traviesas lágrimas caer al suelo, que toda palabrería se congeló.

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