7 | Olvídalo, así como me olvidaste a mi

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Este es un capítulo totalmente nuevo que no estaba en la versión anterior.

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Grace

El camino hacia el jet privado se hace eterno.

El tener que estar en Seattle no me emociona del todo. Más que nada porque acompañar a Oliver sin absolutamente nadie más no es de mi agrado. Bueno, vale, si lo es, pero sé que estar juntos no es bueno para ninguno de los dos.

Además, por si fuera poco, parece ser que esto es obra de su padre, el mismo que se encargó de llamar hace exactamente veinte minutos diciendo que no podría venir por culpa de un imprevisto. 

Dios, por más que me esfuerce en alejarme siempre habrá algo que me lleve de vuelta a él.

—Estás demasiado lejos, Lexington —alzo la vista cuando Oliver pronuncia mi apellido.

—Estoy justo donde debo estar —sonrío falsamente. 

Bien separados el uno del otro. Como debe ser.

—Ven aquí —me pide y sacudo la cabeza, negándome—. No pienso repetirlo.

—Me gusta el sitio que he elegido, estoy al lado de la ventanilla.

—Todos los asientos están al lado de una ventanilla —replica y aguanto la sonrisa.

—No pienso moverme —finalizo la conversación y me pongo a mirar por la dichosa ventanilla junto a una satisfacción tremenda por haberle dejado con la palabra en la boca.

Una lástima que la victoria dure tan poco.

Oliver se deje caer en el asiento que tengo delante. Intento replicar, pero rápidamente me veo con sus brazos encima de mi cuerpo. Ajusta el cinturón y se me corta la respiración cuando levanta la barbilla y fija sus ojos en los míos. 

—¿Qué estás haciendo? —logro preguntar sin que mi voz suene ahogada.

—No me gusta que... —le interrumpo.

—Que te dejen con la palabra en la boca, lo sé. No hace falta que me lo repitas —Al terminar se aparta y, todavía mirándome, se pone el cinturón—. Gracias —asiente con la cabeza y mantengo las manos quietas para no rozar la zona que ha tocado.

Los nervios no tardan en presentarse en mi estómago cuando una de las azafatas nos avisa que el avión despegará en unos minutos.

Intento mantener la calma y respirar pausadamente para controlar los nervios, pero no funciona. Parece ser que para mi acompañante lo que me pasa no pasa desapercibido.

—¿Todavía le temes a los despegues? —su pregunta me descoloca por completo. Meneo la cabeza al creer que son alucinaciones mías. No lo son. Su mirada permanece fija en la pantalla del portátil que tiene encima de la mesita.

—¿Qué has dicho? —bajo la voz, afectada.

Al mirarme reconoce el error que acaba de cometer.

—Olvídalo —le resta importancia, y lo dejo pasar.

¿De verdad esto será siempre así?

No podemos pasarnos la vida entera fingiendo ser desconocidos aún teniendo recuerdos en común.

Me prometí mantener distancias, dibujé una línea mental que no quiero traspasar porque sé que eso no hará más que complicar todo más de lo que ya está. Pero Oliver no ayuda.

Obligada A Olvidarte © Nueva VersiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora