Lobo Gris
Mientras tanto a través del inmenso valle, detrás de las azules montañas, el aullido de un lobo alertó al guía de la polvosa caravana de los hombres blancos. Un guardia amartilló el rifle, preparándose por si aparecía uno de aquellos feroces animales, pero el sonido amortiguado entre los viejos pinos le hizo entender que se encontraban bastante alejados.
Satisfecho, Lobo Gris lo vio bajar la guardia. Acercó la mano a su cintura. El filo de su hacha brilló con los últimos rayos de sol. Pronto anochecería, y el paciente Lobo Gris sabía que la espera rendiría sus frutos. La amarilla cabellera del guía pronto estaría adornando su penacho de iniciación, y ni el Gran Oso podría negar que estuviera a la altura de los mejores guerreros.
Los dioses estaban con él. Una semana más tarde olisqueó a lo lejos el olor de una fogata donde se asaba carne fresca de venado. El olfato lo fue guiando, y en un claro descubrió toda una caravana de caras pálidas. El sentido común le indicaba que desapareciera sin hacer ruido. Esos hombres eran fieros y estaban armados con rifles, armas que los siux desconocían. Sabían que eran letales, y casi imposible salir bien librado de una de las rápidas y mortales piedras que arrojaban. Sin embargo, hubo algo que capturó su atención, uno de ellos, casi tan joven como él, lucía una larga y abundante cabellera rubia. El sol arrancaba destellos en la amarilla pelambre, y al instante, Lobo Gris tomó la determinación de conseguirla.
El acecho le tomó varios días más. De noche dormitaba trepado en un árbol, siempre vigilante y cuidándose de ser descubierto. De día los seguía a una distancia prudente, pero sin perderlos de vista, buscando el momento de atacar. Los hombres permanecían siempre juntos, y siempre alguno de ellos montaba guardia armado con un el rifle preparado para el ataque. Estaban en tierra apache, y ellos lo sabían. Jamás bajaban la guardia. Pero como siempre, la paciente espera de Lobo Gris dio buenos resultados.
La caravana se había detenido junto a un arroyo, y mientras los caballos bebían, el guía se apartó de los demás. Lobo Gris lo siguió en silencio. John buscó un recodo del río alejándose suficientemente de grupo, con intenciones de darse un baño. Lobo, agazapado detrás de unos matorrales lo vio desnudarse. Nunca había visto uno de esos caras pálidas desnudo, y su piel blanca le llamó poderosamente su atención. John ajeno de unos ojos que los estaba vigilando terminó de quitarse la sucia y polvorienta vestimenta quedando completamente desnudo. Sus anchas y pecosas espaldas se afinaban en una breve cintura y poco más abajo un par de unas bien formadas y redondas nalgas. Lobo las deseó desde el momento mismo de verlas. Cuando John se metió al agua y se dio la vuelta, su pecho cubierto de vello amarillo y su gran herramienta con vellos alrededor rubio de su entrepierna quedo admirado del tamaño era igual o un poco más grande que la de él, terminaron de encender el deseo de Lobo por tenerlo. Ya no pensaba en la cabellera solamente. Ahora deseaba todos y cada uno de aquellos vellos dorados, sus apetitosas nalgas redondas y la herramienta de carne que tenía entre sus piernas
Lobo gris en la espera, su verga se endureció bajo el breve taparrabos. La dejó escapar y comenzó a acariciarla mientras no perdía de vista al desprevenido vaquero. Cuando John salió del agua buscando sus ropas, Lobo Gris le cayó encima. Contaba con el factor sorpresa, y ambos cayeron al piso trenzados en feroz lucha. El vaquero, desnudo y desarmado poco pudo hacer para quitarse de encima al demonio piel roja que rápidamente estaba ganando la batalla. Sus piernas blancas rodeaban su cintura, y le extrañó sentir el miembro del indio, completamente erecto entre los feroces forcejeos. Finalmente, con el cuchillo hiriendo su garganta y a punto de ser degollado, el vaquero dejó de luchar. Su rendición llenó a Lobo de una placentera sensación de fuerza y poder. Estaba a horcajadas sobre el cuerpo vencido, con la rubia cabellera en una mano y el cuello bajo el filo de su cuchillo. Sin soltarlo, se percató de su angustiada respiración y de la forma de su trasero bajo su cuerpo. Sin dejar de amenazarlo con el arma, le llevó las manos hacia delante y se las ató. Pasó la cuerda por el tronco de un árbol cercano, con lo que el vaquero quedó boca abajo e imposibilitado de levantarse. La adrenalina corría por la sangre de Lobo, y su erección era más poderosa que nunca. Se arrojó sobre el cuerpo blanco y rubio y le abrió las piernas cruelmente para colocarse en medio. El hombre rubio y maniatado aún trataba de recuperar el aliento, y sentir de pronto sus piernas separadas y sus nalgas abiertas con violencia le hizo reanudar la lucha. Parecía un potro salvaje, y eso no hizo sino aumentar el deseo y la excitación de Lobo Gris. Con una mano se arrancó el taparrabos y con salvaje determinación poseyó el cuerpo del vencido.
El grito del vaquero cuando la gruesa verga de Lobo lo penetró debió escucharse a varios kilómetros. Seguramente sus compañeros vendrían pronto en su búsqueda, pero Lobo estaba ya como loco. La sensación de tener ese cuerpo cálido debajo suyo y el goce infinito de abrir ese redondo y apreciada nalgas y ese culito rosado lo hicieron olvidarse del peligro. No quería saber nada que no fuera la increíble sensación de aquel cuerpo joven y fuerte abriéndose para él. Sus caderas chocaban contra las blancas nalgas, sudorosas y resbaladizas bajo su ataque, y aunque hubiera deseado que durara horas, el impetuoso y joven guerrero explotó tras breves e intensos minutos. A lo lejos, escuchó el retumbar de los caballos y eso lo hizo tomar conciencia del peligro. Tomó el hacha dispuesto a obtener la rubia cabellera, pero los azules y atemorizados ojos le hicieron cambiar de opinión. Amordazó al vaquero para que no alertara a sus compañeros y jalándolo de la cuerda lo llevó hasta el lugar donde su caballo lo esperaba. Lo cargó como si fuera un muñeco, atravesándolo sobre su cabalgadura, y conteniendo las ganas de salir galopando, mantuvo un trote silencioso, mientras buscaba la forma de escapar.
Conocedor de la zona, se dirigió hacia una cueva disimulada en un cerro que era bastante improbable que los caras pálidas conocieran. Sobre la montura, el vaquero colgaba como un fardo, con la cabeza hacia un lado y las piernas por el otro. Eso dejaba sus nalgas a la disposición de Lobo y aunque iba huyendo y atento a cualquier señal de peligro, no dejó de acariciar sus redondas y musculosas nalgas del vaquero, sintiendo su sangre hervir como si no hubiera gozado con ellas minutos antes. Al meter un dedo entre la raja rosada de su culo, encontró la evidencia de su anterior cogida, y el olor de su propio semen escurriendo entre las hermosas nalgas le hicieron endurecer nuevamente.

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EL GRAN GUERRERO SIOUX
RandomLOBO GRIS DESDE NIÑO SIEMPRE HA QUERIDO SE UN GRAN GUERRERO COMO LO ES SU PADRE, TIO Y SUS PRIMOS, A LOS 12 AÑOS SE SOMETE A LAS TRADICIONES Y CDOSTUMBRE DE SU TRIBU, AL CUMPLIR LOS 18 AÑOS MAYORIA DE EDAD SE SOMETE AHORA A LA FIESTA DEL INICIO PARA...