Secretos y derrotas

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Aquel día era el partido de quidditch de Hufflepuff contra Gryffindor, cómo siempre tenía fe en nuestro equipo, Harry era el mejor buscador desde que había entrado a Hogwarts, pero Cedric no era un mal deportista tampoco. Todas estaban enamoradas de él, según las chicas era el más guapo de los Hufflepuff, dentro de lo personal no me gustaba, tenía mis propias reservas acerca del chico que me gustaba, aunque no dudaba de que había una más postulando al puesto, al menos no era de Gryffindor.

¿Me gustaba? Sí, lo había asumido al fin, había algo en Draco Malfoy que me atraía, quizás era que aquello era prohibido, que lo nuestro no era posible o simplemente que habían en algunas cosas que éramos completamente opuestos. A través de los días lo había aprendido a conocer, había aprendido más cosas sobre él, aunque sé que jamás podría ir a su mansión ni conocer a sus padres, pero tal vez sólo seríamos amigos y nada más y esa era su forma de estar con sus amigas.

Aquel día me levanté temprano y fui a la sala común para desearle suerte a Harry, no creía que los dementores rondaran el campo de quidditch, aquello sería demasiado peligroso para los competidores, pero en Hogwarts nunca se sabía. Fuimos a desayunar al gran comedor y nos relajamos antes, vi como Pansy le coqueteaba a Draco, como siempre, pero el dolor de los celos que me provocaba aquello de a poco se había disipado, aunque aquel día estaba tan nerviosa por Harry que decidí que nos retiráramos antes del gran comedor, no quería soportar aquella escenita ni que fuera algo tan natural. Me senté en las gradas con Ronald y Ginny y empezamos con nuestros usuales vítores, los jugadores no tardaron en salir y Madame Hooch como siempre les deseaba un juego limpio. El juego empezó con el marcador de Gryffindor a favor, pero con el pasar de los minutos se fue estrechando más, la lluvia se hizo presente y los jugadores no podían ver bien, más bien Harry con sus gafas, Wood pidió tiempo muerto y le pedí a mi amigo que me pasara sus anteojos, dije el hechizo impervious y estos se adaptaron a la lluvia. Harry y Cedric sólo necesitaban una cosa ahora, atrapar la snitch, mi amigo la vio primero y comenzó a ascender y a ascender, al igual que Diggory. A los pocos minutos vi como un cuerpo caía al campo y era el buscador de Gryffindor, con Ron seguimos la ruta de la saeta de fuego, pero para mala suerte de mi amigo ésta cayó en el sauce boxeador.

Mientras nos dirigíamos a la enfermería, el profesor Flitwick rescató la escoba y Harry estuvo inconsciente por algunas horas, hasta que abrió los ojos y nos preguntó por el resultado y su escoba, yo tuve que darle la mala noticia de su escoba, su primera escoba, pero al menos el estaba con vida y ya estaba consciente. Yo le dejé una pluma y un pergamino para que no se aburriera tanto en los días que tendría que pasar en la enfermería y dejé un beso en su frente.

-Cuídate, prometo visitarte todos los días- dije y me retiré.

Con Harry en la enfermería sería mucho más fácil encontrarme con Draco. Hace unos días paseaba por el pasillo de Hogwarts y encontré una sala que estaba implementada para lo que uno necesitara en el momento, la sala de menesteres, los días lluviosos tendríamos que refugiarnos allí, era la única opción, ah no ser que nos descubrieran. Esperé unos minutos adentro hasta que llegó Draco, aquel era nuestro escondite, nuestro lugar secreto, nuestro y quizás de otras personas, pero por ahora era sólo de nosotros. Lo vi y lo abracé balanceándome tan fuerte que por poco pierde el equilibrio.

-No tan fuerte Granger- reí y mordí el interior de mi mejilla que ya se tornaban rosadas.

-Lo siento, no fue mi intención- Me alejé un poco de él y tomó mi mano, cuando nuestros dedos se encontraron estaba tan nerviosa que corrientes eléctricas circulaban por mi espina dorsal.

-¿Cómo está tu amigo?- me oreguntó con un tono irónico, sabiendo que quizás no deseaba saberlo o deseaba que estuviera muerto.

-Bien, gracias por preguntar-

La tensión se hizo presente y saqué un libro que había ocultado la última vez que habíamos estado allí y tenía una pluma dentro.

-Nuestro símbolo de libertad en nuestro lugar de libertad- Se la mostré y asintió, tomó mi mejilla con su mano derecha y me quedó mirando fijamente por varios minutos, ya había perdido la cuenta de cuántas veces habíamos estado así, pero no estaría satisfecha y nada haría hasta que no me dijera la verdad. Aparté la vista y me levanté.

-Dime la verdad Draco ¿Por qué me diste la pluma? ¿Por qué me buscaste?- Lo increpé una vez mas y derrotado, bajó los brazos y me dijo

-¿Qué no te das cuenta? ¿No ves lo que pasa aquí? Me gustas Hermione Granger, por eso buscaba provocarte, por eso te busqué en la estación, por eso quería entablar una amistad contigo. Eres una persona demasiado elocuente y demasiado interesante y me atraes- Finalmente sus palabras, las que yo buscaba habían salido de su boca, en cierta forma no lo podía creer, en cierta forma no quería estar allí, en cierta forma quería escapar. Y lo hice, necesitaba pensar, como cuando me entregó la pluma, necesitaba estar lejos de él y ver cómo podía manejar aquello. Gryffindor había caído y yo había caído con él, aquello era demasiado para mí, si bien me gustaba Draco, si bien quería estar con él la información era demasiada para mí.

-Hermione- me dijo antes de salir- lo siento, no quería que fuera así, pero me presionaste, espero me vuelvas a hablar, eres el punto de luz en mi oscuridad.-

Salí de la sala de menesteres directamente a la sala común, mi cabeza daba vueltas, mis mentirillas y mis engaños en algún momento llegarían a su fin por fuerza, ni siquiera porque yo no quisiera más, sentía que los chicos me descubrirían en cualquier momento y que me odiaran para siempre por querer al chico que había aprendido a conocer y que en el fondo no era el mismo que el año pasado, que sabía que tenía una razón para actuar así y que en verdad era una hermosa persona en el fondo de su corazón.

Fuego y aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora