Nuestro día

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Mis dedos tiemblan en el esfuerzo de atar correctamente la corbata de mi amigo. Él cree que estoy nervioso y se burla, aunque lo conozco lo suficiente para saber que en realidad está enternecido porque cree que mi ansiedad se debe a la emoción que me genera verlo dar el gran paso. Está equivocado.

Hoy es el peor día de mi vida. Y juro por Dios que no exagero.

Ni el haberme alejado de mi familia para mudarme a un lugar extraño, ni las dificultades en el trabajo o en mis estudios, ni la enorme cantidad de golpes y tropezones que tuve en los últimos años, nada me preparó para el hueco enorme que mi pecho siente el día de hoy.

—Te ves muy preocupado, se supone que el que tiene que estar sintiéndose nervioso soy yo —dice Jun haciéndose cargo él mismo de la corbata a pesar de que nunca fue bueno para atarla de manera correcta. Siempre algo queda fuera de lugar, y a mí me pone nervioso verlo ligeramente desarreglado. Pero hoy tomé la decisión de dejarlo ser, es su día después de todo, no el mío.

—Solo quiero que les salga todo bien —afirmo—. No todos los días se casan mi hermano y mi mejor amiga.

—Hao, lo aprecio, pero me estoy casando con la mujer mas perfecta que pisó el planeta, no hay nada que pueda arruinarme el día —contesta con ojos destellantes.

—Tenés razón —digo tras soltar un suspiro—. Este día es de ustedes.

—Este es nuestro día, Hao, vos mismo lo dijiste —me recordó Eunji—. Entiendo que estés frustrado, y tenés razón en estarlo, pero no hay mucho que hacer ahora, así que vamos los dos a cambiar la cara, vamos a entrar a ese bar, vamos a tomar cerveza hasta reventar y vamos a cantarnos el uno al otro el feliz cumpleaños hasta que nos quedemos afónicos —ordenó—, ¿está claro?

La determinación en la voz de mi amiga me hizo sonreír genuinamente a pesar de no tener ganas de hacerlo.

Había tenido uno de los peores días de mi vida. Mi madre llamó temprano para desearme un feliz cumpleaños, pero lentamente la conversación se deformó al punto en el que acabó por contarme que estaba teniendo problemas de salud que, para colmo, empeoraban ante la preocupación por el dinero. Prometí enviarle algo, pero la verdad era que mis números también estaban en color rojo. Luego me encontré con una última advertencia por parte del dueño del pequeño departamento que alquilaba en ese entonces, recordándome que si no pagaba lo que debía a término iba a quedarme sin lugar para vivir. Para ponerle un broche de oro a la situación, mi jefe me reprendió por llegar tarde al trabajo tras haber perdido el transporte público. Recé para que no descontara nada de mi pago final por el incidente.

Sin embargo, ese día mejoró un poco cuando Eunji, vistiendo su rostro con la sonrisa mas brillante que mis ojos habían visto, se apareció en nuestro trabajo al grito de "¡feliz cumpleaños, Hao!" y un pequeño paquete que contenía mi regalo. Me sentí avergonzado, pues ante mi situación ni siquiera había recordado que ella también cumplía años, y mucho menos le había comprado algo. Aun así, Eunji no se mostró para nada ofendida, por el contrario, me invitó a cenar esa noche y yo, aun sintiendo pena, decliné la propuesta. Pero ella insistió tanto que acabé por aceptar que me arrastrara a un pequeño bar que quedaba cerca de su casa. Si hubiese sido cualquier otra persona, jamás hubieran logrado convencerme, pero era ella. Y no podía negarle nada a Eunji.

Gracias por venir —dijo tomando con suavidad una de mis manos—. No quería estar sola en mi cumpleaños.

¿Gracias? —pregunté confundido—. Sos vos quien me invitó, y sos vos quien está logrando que este día no sea tan terrible para mí. Yo soy el que está agradecido.

Nada que agradecer —aseguró—. Para mí es muy lindo tener un amigo con quien hacernos compañía mutuamente.

Brindemos por eso —dije mientras sonreía y elevaba mi vaso invitándola a brindar.

El resto de la noche nos olvidamos por completo de que fuera de ese bar nos sentíamos solos y muchas veces tristes. Nos olvidamos de que al día siguiente nuestra vida continuaba y los problemas seguían allí.

Al menos cuando estaba con Eunji, sentía que respirar era mucho menos pesado. El caos en mi cabeza se ordenaba con el sonido de su estruendosa risa. Y esa noche, cuando me di cuenta de que aquella ruidosa y agradable chica me llenaba de paz y energía para hacerle frente a cualquier situación que se me presentara, supe que estaba perdidamente enamorado de ella.

—No se como explicarlo para que se me entienda —dice Jun, que aun lucha con sus votos matrimoniales— porque a veces siento que cualquier palabra que use se va a quedar corta para expresar lo perdidamente enamorado que estoy de ella.

—Me imagino que así debe ser —respondo—. No te estarías casando si no la amaras tanto, ¿cierto?

—¡Claro! —exclama—. ¿Por qué me casaría si no sintiera que es mi alma gemela y que quiero pasar el resto de mi vida con ella?

—Podés decir eso, suena cliché, pero los clichés lo son justamente porque siempre funcionan —respondo.

—¿Y si no le gusta lo que le digo?

—A ella le gusta todo lo que haces —contesto con intención de tranquilizarlo—. Lo que sea que le digas, hacelo desde el corazón, no lo pienses demasiado. Eunji te adora.

Story of Another Us | MinghaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora