Capítulo 2

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Se quedó helada mientras sentía que su corazón se aceleraba cada vez más. Podía oír el bombeo de la sangre en sus oídos. Su cabeza pareció marearse por un segundo y las palmas de las manos le sudaron. Tragó saliva con fuerza. No podía permitirse estar nerviosa ahora. Tenía que ser audaz. Tenía que conseguir este trabajo. Lo necesitaba.

Se fijó en el hombre que estaba sentado detrás de la mesa, a unos pasos de donde ella estaba. Apenas la miró. Tenía la cabeza agachada y los ojos pegados a las hojas de papel que tenía delante. Ella no podía verle con claridad. No había encontrado tiempo para buscarlo en Google, así que no tenía ni idea de cómo era exactamente, pero desde su posición, parecía estar bien. Puso la sonrisa que había practicado varias veces frente a su espejo. Una amplia sonrisa de oreja a oreja, una que le decía que estaba segura de sí misma y, al mismo tiempo, feliz.

—¿Necesitas que te acompañe hasta aquí? —le preguntó con voz tranquila y profunda, sin mirarla.

Ella salió rápidamente de sus pensamientos y se apresuró a bajar hasta donde él estaba sentado. Se paró frente a su mesa pacientemente.

—Siéntate —le ordenó él, y ella lo hizo mientras intentaba mantener su nerviosismo a raya. Hubo un silencio de un segundo antes de que él hablara.

—Nombre —exigió.

—Emalinne —dijo ella débilmente, incapaz de reconocer su propia voz. Esperaba que él la oyera y que no lo echara a perder.

—Nombre —repitió él con el mismo tono y sin mirarla.

Esta vez ella habló un poco más alto sin borrar su sonrisa de la cara.

—Emalinne... Oh, quiero decir Emalinne Kachi Joy Steele, pero puedes llamarme Ema, todo el mundo lo hace. Podría seguir, señor, pero estoy segura de que no necesita todo eso —siguió charlando nerviosamente antes de conseguir parar.

Se mordió el labio inferior ante su incapacidad para controlar su excesiva charla. Sí, hablaba mucho, pero empeoraba cada vez que se sentía nerviosa.

Lo observó con cansancio y exhaló en silencio mientras cerraba los ojos durante una fracción de segundo antes de levantarlos finalmente para encontrarse con los de ella.

—Cuando hago una pregunta, necesito una respuesta sencilla... Lo que no necesito es una ardilla.

¿Acaba de llamarme ardilla? se preguntó retóricamente.

—¿Nos entendemos, señorita Steele? —volvió a preguntar, pero esta vez con un tono muy poco amistoso, no es que lo fuera antes, pero era mejor y daba menos miedo.

Ella asintió rápidamente.

—Use sus palabras —le exigió de nuevo, y rápidamente ella buscó la palabra en su mente.

—Sí, señor —respondió ella mientras apartaba la mirada de sus despectivos ojos verdes y bajaba la vista hacia sus manos en el regazo.

Hubo otro extraño silencio antes de que volviera a oír su voz.

—¿Cuáles son tus calificaciones? —le preguntó él y ella buscó con calma en su mente una respuesta. Había ensayado varias veces lo que diría.

—Eh, trabajé como empleada durante un año en una pequeña empresa hasta que se quedó sin dinero y trabajé como dependienta en una de las tiendas del centro comercial. Antes era camarera. I...

—¿Por qué crees que eres capaz de trabajar aquí? —la interrumpió con otra pregunta.

—Yo... soy buena con los negocios...

—¿Para qué puesto, exactamente, sabes que estás capacitada? —la interrumpió él, que parecía despreocupado por su interrupción.

Todo la ponía más nerviosa.

El placer de PecarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora