III

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La paz de Izuku se vio brutalmente exterminada esa noche.

Que tonto había sido al creer que se había acabado cuando el terror no había hecho sino comenzar.

El sábado se quedó en casa todo el día, aterrado de salir y toparse con el acosador. Era la primera vez que se dirigía a él de esa forma e Izuku sabía, de alguna manera, que la amenaza era real.

No investigó qué había sido el golpe que escuchó en la madrugada, pero adivinó que el acosador había azotado la puerta con el solo propósito de despertarlo para que pudiera ver las fotografías.

Le tomó todo el día acumular la valentía necesaria para ir a recogerlas y guardarlas con el resto. Ignoró tanto como pudo la mutilación que había sufrido su imagen y la de Kacchan en cada una de ellas, pero no pudo evitar notar que había sido él quien había recibido la mayor cantidad de furia.

De cierta forma, le alivió. Saber que el acosador estaba molesto con él y no con Kacchan significaba que concentraría su violencia en Izuku y que se mantendría alejado del cenizo.

O eso esperaba.

El domingo en la mañana, despertó con un sobre esperándolo en el genkan. Lo tomó y, sin detenerse a leerlo, lo arrojó en el cajón de las notas.

Sin embargo, durante todo su turno en la cafetería no pudo dejar de pensar en lo que decía. Se torturó imaginando un sinfín de posibilidades sobre las siguientes palabras del acosador y se arrepintió de no haberlo abierto.

Al menos así se sentiría asqueado por las palabras reales y no por las que su propia imaginación creaba.

Regresó a casa en un taxi, consciente de que cada día el sol se ponía más y más temprano y no queriendo arriesgarse a ser emboscado en la oscuridad.

Entró a su apartamento y caminó directamente hasta la cocina. Abrió con violencia el cajón de las notas y tomó el sobre. Rasgó el borde y sacó la hoja que estaba doblada en tercios.

Al igual que las notas, estaba escrita enteramente con tinta roja, pero era mucho más extensa que cualquiera que hubiera recibido antes. Estaba escrita en secciones, como si el remitente hubiera cambiado de opinión sobre sus palabras muchas veces.

Izuku, quisiera perdonarte. De verdad. Pero no puedo.

¿Por qué arrojaste mi amor a la basura de esa manera? ¿Por qué fuiste con él?

Querías tanto mi atención. Te esforzaste tanto para enamorarme ¿para qué?

Tuve que tomarme un tiempo para pensar después de verte traicionarme. Estaba tan enojado. Quería matarte en ese mismo instante.

Te amo. No me amas, ¿no es así? ¿Por qué no?

Me gustan tus ojos.

Voy a arrancártelos.

Tienes que amarme. Por favor.

Te odio. Te odio. Voy a matarte.

No quiero verte cerca de él de nuevo.

No puedo permitir que alguien más te tenga.

Al terminar de leer, todo lo que pudo hacer fue cubrirse el rostro con la palma de la mano. Se quedó helado, sin poder moverse por tanto tiempo que sus piernas comenzaron a hormiguear.

No durmió, ni comió nada esa noche.

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Luego de la carta, comenzó a cargar un cuchillo en su bolsillo.

El rojo significa te amo; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora