Capítulo 3.

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Capítulo 3. Ducha e inspiración

Ashley Greythorne


4 de agosto 2021

—Deposítame antes de la terapia.

—Vete a la mierda, Astrid—mascullo masticando ruidosamente mi cereal, sosteniendo el tazón entre mis rodillas lleno uno de mis puños con las hojuelas y con la otra mano presiono el celular contra mi oreja mientras observo hacia el frente.

Sentada en el pequeño escalón de la entrada observo el vecindario. Es tranquilo, aunque no muy seguro según las chicas de la casa de al lado que conocí esta mañana, un poco más abajo viven una pareja que también son universitarios. A decir verdad, al menos el cincuenta porciento de los que vivimos en esta calle lo somos.

A tres casas de aquí, en la mas grande, vive la señora Hotcherson, no he preguntado, pero estoy casi segura de que ella es la dueña de la mayoría de estas casas o al menos es la encargada de rentarlas y observarnos no hacer desastres en ellas. Lo sé porque cada vez que he salido estos dos días la veo sentada en la ventana, tiene un diminuto perro color café que acaricia toda la tarde mientras mueve su mecedora de adelante hacia atrás mirando todo.

—¿Cómo estuvo la universidad?

—Aburrida, semana de bienvenida, conocí a dos chicas medio agradables, nada muy cautivador—musito antes de llenar mi boca con el cereal nuevamente.

A lo largo de los años me acostumbré un poco a la actitud algo imbécil de mi gemela, por supuesto éramos pequeñas, yo simplemente no entendía por qué cuando yo quería estar cerca ella quería estar alejada, cosas de emociones que no entendía supongo. Ahora, todo parece haberse revertido.

A veces simplemente no soporto ni siquiera hablar con ella y creo que no se trata de una sola cosa sino de una acumulación de ellas mientras crecíamos. Para su mala suerte, tengo buena memoria, recuerdo casi todo con claridad así que no puedo simplemente hacer a un lado la manera en que me siento cada que recuerdo algún desplante suyo.

Por eso ella no es mi hermana favorita.

—Es primer día, no puedes esperar hacerte amiga de todos.

—No es lo que dije, no vine buscando amistades—Ruedo los ojos, aunque ella no puede verme tomando otro puñado de cereal mientras frunzo el ceño—. ¿Qué estás haciendo?

—Nada...—Parece bostezar solo un segundo antes de acomodar su ruidosa manta. El material es horrible, caliente y áspero, no sé cómo se supone que es su favorita, sin embargo, parece que funciona para ella.

—Es algo temprano para estar en la cama, perezoso.

—Perezosa—corrige y yo hago un sonido negando para corregirla de vuelta.

—El animal es perezoso sin importar si es hembra o macho, aunque podría llamarte pereza.

—Misógino, pero interesante—Rio entre dientes sacudiendo la cabeza para deshacerme de los mechones de cabello que golpean mi cara ante la ventisca fría—. Y no es temprano para mí, si estuvieras aquí sabrías de lo que hablo—Muerdo el interior de mi mejilla llenando mi boca con el cereal nuevamente para evitar responder.

A pesar de que tengo la posibilidad de hacerlo no he sentido la necesidad de visitarla, tiene mas de un año en Holanda y de hecho vino para navidad del año pasado, sin embargo, no hay en mi ningún tipo de ganas de ir a verla.

Me irrita un poco sentirme de esta manera, alejarme de ella de esta forma a pesar de que indirectamente me ha estado pidiendo que la visite desde hace un tiempo, pero soy rencorosa y temo que seamos un desastre cuando esté allá. Odio no sentir la misma conexión de antes por algunas estupideces entre nosotras o por cosas un poco mas serias.

El placer de odiarnos ✓ | 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora