Capítulo 15.

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Capítulo 15. No es una tregua

Carson Daventhall


27 de agosto 2021

Los cambios —la mayor parte del tiempo— son difíciles de notar.

A veces no te das cuenta de inmediato, hay cambios que los encuentras cuando ya han pasado hace mucho tiempo. Como cuando la salud de mi madre comenzó a deteriorarse o cuando mi padre iba cada vez menos a la casa; cuando Jenna sonreía menos y mencionaba a su esposo cada vez más para disculparlo por sus estupideces.

Sin embargo, esta vez no es difícil notar las diferencias en Ashley, primero fue el arrebato cuando estuvo ebria, lo siguiente fue nuestra conversación hace dos noches y ahora se mete a mi habitación para dormir conmigo. No sé cuál es la raíz de esto, sin embargo, se lo he atribuido a la presencia de su gemela en la casa.

De todas formas, puedo admitir que no me disgusta, incluso si ella parece negarse a aceptar las cosas que suele hacer. Intentar besarme ebria y luego huir, insinuar que le pertenezco y esconderse en su habitación; sin ser vidente puedo adivinar que en cuanto despierte ahora hará lo mismo.

Como si estuviera escuchando mis pensamientos ella se mueve haciéndose más pequeña contra mi costado mientras presiona sus manos bajo su barbilla empuñando la sábana. Sus rodillas presionando incómodamente mi cadera y su cabeza descansando sobre uno de mis brazos. Esa debe ser la razón por la que he despertado.

Ni siquiera hay luz en el exterior por lo que debe ser lo suficientemente temprano, extiendo una de mis manos hacia la mesilla para encender la lampara y alcanzar mi celular, en cuanto enciendo la pantalla parpadeo para enfocar la hora.

Cinco de la mañana.

—Oye, niñita...—Rastreo con mi pulgar el espacio entre sus cejas y este se frunce bajo mi tacto —. ¿Qué pasa si tú clon descubre que dormiste aquí?

—¿Qué?

—Despierta, deberías volver a tu habitación —Ella resopla entre sueños y se queda quieta un tiempo, luego de algunos minutos su cuerpo se tensa, extiende las piernas y se sienta abruptamente en la cama con la espalda contra la pared.

—¿Qué dijiste? —Talla sus ojos con sus dedos, pellizca el puente de su nariz y luego empuja los mechones de su cabello desordenado fuera de su rostro.

Anoche llegó en la oscuridad así que no pude ver su cara de ojos hinchados y rojizos al igual que su nariz, ni tampoco distinguir el hecho de que es mi camiseta la que está usando.

Esto último no debería deslizar tanta satisfacción bajo mi piel como sucede ahora.

—Buenos días, niñita—Giro sobre mi costado presionando mi codo en la almohada para alzar mi cabeza con mi mano mientras la observo—. ¿Ahora si me vas a explicar por qué viniste a robar mi cama? —Ella parpadea, vuelve a tallar sus ojos y luego frunce sus labios con disgusto.

—Discutí con Astrid—Se encoge de hombros.

—Pero ¿está viva? —Ella me mira y es mi turno para encogerme de hombros—. Mi duda está justificada, parece que todo lo resuelves con el cuchillo.

—Está viva y probablemente ya sabe que dormí aquí, lo mas seguro es que saliera a buscarme en medio de la madrugada, ojalá haya pensado que me largué a Keaton a las tres de la mañana—suspira dramáticamente presionando su cabeza contra la pared.

—Parece que ustedes dos ahora se la pasan peleando.

—Si ella no me mintiera no tendríamos que hacer todo este show—masculla entre dientes mientras cruza sus piernas al estilo indio. Me sorprende que no huya como cada vez que terminamos en alguna situación extrañamente tensa. Desafortunadamente no del tipo de tensión de la que quieres huir; tensión en la que terminamos acumulando algo que pronto va a explotar.

El placer de odiarnos ✓ | 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora