Prólogo: Gold Rush

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Las mañanas de los lunes suelen ser tranquilas.

Greco, sentado en una de las sillas de la sala de descanso de la oficina, bebe una taza de café. Ha llegado muy pronto, porque al mirar por la ventana y ver la tormenta que estaba cayendo, cogió el coche para salir antes de que se formara un atasco. Fue buena idea, porque llegó a tiempo sin ningún problema.

Cuando le echa un ojo al reloj y ve que pasan cinco minutos de la hora de entrada, y aún no ha llegado la mayor parte de gente que trabaja en esa oficina, se da cuenta de que sólo él ha tenido la buena idea de salir pronto de casa. En la televisión están hablando justo en ese momento de que lloverá mucho y el tiempo estará tan malo por lo menos todo lo que queda de semana.

Justo en ese momento, escucha cómo se abre la puerta.

—Buenos días —dice Greco, cuando Volkov pasa por su lado para servirse él también un café de la máquina.

Acaba de llegar. Ha dejado el paraguas empapado en la entrada, y el abrigo en su silla. Lo siguiente que ha hecho es ir a por un café, porque está helado. Nunca le ha molestado el frío de Los Santos -que no es ni mínimamente comparable al frío de la ciudad de Rusia donde nació-, pero siempre ha odiado la lluvia.

—¿Buenos? —pregunta, girándose hacia Greco para sentarse a su lado en la mesa, agarrando la taza para que le caliente las manos. Viste un jersey negro de cuello alto y unos pantalones de vestir del mismo color.

—Bueno, hombre, hay cosas peores que un poco de lluvia —le da una palmada amistosa en el hombro, mientras de fondo escuchan las gotas golpeando con fuerza contra los cristales y, de vez en cuando, un trueno lejano.

—¿Cuándo has llegado tú? —pregunta. Greco sonríe con suficiencia.

—Me alegra que me lo preguntes: hace media hora. He venido antes, lo que deberías haber hecho tú —Volkov pone los ojos en blanco.

—Para ti es muy fácil decirlo, no tienes una hija de la que ocuparte tú solo —responde, aunque en realidad maldice su falta de organización esa mañana.

—Tú tampoco tienes una hija, tienes un gato —contesta Greco, sonriendo—. Bueno, una gata. Tan mimada como su dueño, eso es verdad.

Volkov quiere responderle defendiéndose y defendiendo a Mika, pero justo en ese momento la puerta vuelve a abrirse, esta vez con un golpe brusco.

—¡Joder, llueve muchísimo! —exclama Gustabo, como si no fuera obvio para absolutamente todo el mundo.

Está completamente empapado, lo cual les lleva a pensar que ni siquiera ha cogido un paraguas al salir de casa. No se sirve una bebida caliente, sólo abre la nevera y coge una bebida energética. Greco verbaliza lo que Volkov está pensando en ese momento.

—Quieto parado, que a ti no te hace falta más energía, y menos a estas horas —Gustabo sonríe de lado. Tiene el cabello tan mojado que parece mucho más oscuro, y las gotas le escurren por el cuello. No escucha a Greco, y abre la lata para beber un trago.

Ya pasan quince minutos de la hora de llegada, pero ese día parece que va a ser distinto.

—No creo que tengamos mucho trabajo, ¿no? —pregunta Gustabo. Greco niega con la cabeza.

—No. Voy a mandarle un mensaje a la pareja que íbamos a ver a las doce para aplazarlo —Volkov no interviene por dos razones. Primero, no le cae bien Gustabo. Y segundo, él sí va a tener mucho trabajo.

Trabajan en una agencia inmobiliaria, pero tienen puestos distintos, cuyas diferencias se notan, no sólo en los salarios, sino también en la cantidad de trabajo que tiene cada uno. Gustabo y Greco se encargan de las ventas, y son los que trabajan con los clientes. En días como hoy no tienen nada que hacer, porque su trabajo se basa en visitar propiedades para comprarlas o para enseñárselas a futuros compradores. Volkov trabaja de puertas para adentro, y tiene que encargarse de todo el papeleo, de los cálculos y de los cientos de informes que hay cada día en su escritorio. Y está harto. Cree que ha hecho su trabajo a la perfección, y que se merece un ascenso, porque el trabajo de Greco y Gustabo lo haría igual de bien. Se lo ha pedido varias veces al jefe, pero sólo le ha dicho que "lo estudiará".

This love is ours [volkacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora