Capítulo 3

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Teresa y yo nos marchamos a casa después de la reunión familiar. Melissa decidió que, si queríamos estar libres de sospechas, lo mejor sería tomar caminos separados y no frecuentarnos tanto, pero estábamos convencidos de que la suerte y el destino nos volverían a unir algún día. Incluso si eso significa que deba volver a ensuciar mi alma, sin perdones del señor supremo esta vez. 

"¿Me acurrucas? Tengo mucho frío." 

Ella me abrazó por la espalda. Sus palabras erizaron cada poro de mi piel. Tengo mucho frío. Fue el último susurro que salió de su boca en aquel bosque, justo antes de enviarla a la oscuridad de lo eterno. Y ahora, ella estaba susurrándome al oído con esa misma oscuridad.  

"No puedo, tengo trabajo." 

Me esforcé en ocultar mis nervios. No todos los días tu novia regresa del más allá y te pide que la acompañes a dormir. 

De la nada, sentí que su aliento helado golpeaba mi cuello. 

"Por favor, solo un rato." 

Insistió.
Sus dedos finos se deslizaron por mi pecho, descendiendo a mi cadera y después lo danzó coquetamente por mi muslo. Luego, sentí cómo su lengua punzó en mi mejilla. Acumulé aire y después lo dejé salir con una pesadez que cualquiera podría confundir con excitación, pero nada más lejos de la realidad. Estaba aterrado. Tenía miedo, todo el miedo. ¿Qué es lo que planea exactamente? ¿Intentará matarme? ¿Es aquí cuando cobrará venganza? Ese mismo juramento de venganza con el que me miró en la reunión familiar... 

"Perdóname."

Susurré, decidido a terminar con esta incertidumbre de una buena vez. Me levanté y sin pensarlo tanto, aproveché mi superioridad física para abalanzarme contra ella. 

"Perdóname, Teresa, perdóname." 

Repetí con desespero mientras la ahorcaba contra la cama. 

"¿Perdonarte? ¿Por qué?" 

Ella me sonrió. 

"Sigue así, me encanta lo fuerte que eres..."

Y jadeó. 

¿Qué? Parpadeé varias veces, perplejo. ¿Qué coño está pasando? La confusión fue tanta que aligeré el agarre y me dejé caer en el lado vacío del colchón. 

"¿Qué ocurre? ¿Hice algo malo?"

Me preguntó con tristeza. Yo le aseguré que no, que mi extraña actitud solo era producto del cansancio. 

"He tenido mucho trabajo estos días, preciosa. Y con todo el tema de tu regreso, yo...estoy un poco exhausto y confundido." 

"Lo entiendo." 

Tomé una respiración temblorosa, sin despegar la mirada de ella. Temía de lo que pudiera hacer. 

"Entonces deja que me encargue..." 

Cobró un tono coqueto y marcó un camino de besos que empezó en mis pectorales y culminó en mi entrepierna. Luego me retiró el pantalón. Yo traté de resistirme, no puedo tolerar la idea de acostarme con la mujer que maté. Que se supone que maté. ¡Eso es enfermizo! Pero lo que comenzó a hacer con sus manos fue tan placentero que todos mis miedos se esfumaron. 

"¿Te gusta...?" 

La luz de la habitación se apagó cuando su boca engulló mi falo. Ah, quizás venció la factura de la electricidad. El estrés me ha hecho estar atrasado con casi cada aspecto de mi decadente vida. Cerré los ojos y asentí a su pregunta, dejando reposar mi mano sobre su cabeza. Puagh, ¿qué es esto? Una textura pegajosa se adhirió a mis dedos tan pronto como toqué su cabello. 

Mi cerebro me pegó una descarga eléctrica cuando noté que la textura de su pelo se volvió áspera. ¿Pero qué cojo...? Abrí los ojos. Jamás podré olvidar lo que vi; una cara tan gris como una piedra, y unos ojos que lucían como los agujeros de una calavera. Agujeros que escurrían lágrimas negras y espesas. 

Traté de gritar con todas mis fuerzas, pero no pude. Estaba congelado, paralizado. Toda mi respiración se detuvo a mitad de mi garganta mientras veía cómo la cabeza de Teresa se movía errática contra mi entrepierna, casi como si tuviera el cuello roto. Esto es una locura. Mi corazón late tan rápido que podría sucumbir a mi propia muerte en cualquier momento. 

De reojo, noté que nuestra cama comenzó a ser rodeada por una multitud de sombras que se unían en círculo para observar nuestra unión. Sombras cuyos rostros tomaron la forma de...nuestros familiares. 

Y una de esas caras pertenece a mi difunta madre. Esta noche perderé la vida. O la cordura. 

TeresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora