Capitulo 3

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En ese ambiente tan oscuro solo era iluminado con tenues luces decolores que paseaban descontroladas por todo el lugar, el ritmo de lamúsica comenzó a circular por todo su cuerpo sintiendo la energíaapoderarse de ella, y con la confianza ebria por fin se dejó llevarcompletamente entre los brazos de la árabe.

Disfrutando de las manos de la más alta acariciando su espaldadescubierta por el vestido, apretando sus muslos y pellizcandosuavemente sus costados de vez en cuando. Siguiendo el increíblevaivén de sus caderas al compás de la música. Y coqueteandojuguetona mente entre ambas. La multitud que los rodeaba dejó deimportarles al igual que sus principios con eso de ser completasdesconocidas.

La temperatura subió. El calor resultaba asfixiante pero a la vezse sentían extasiadas, a sus cuerpos los cubría una fina capa desudor que no era incómoda, incluso Venezuela estaba disfrutando delas pequeñas gotas saladas caer y recorrer por la curva de su cuelloy espalda. Jadeando levemente por el cansancio de estar bailando algodescontrolado.

Así, de un momento a otro Venezuela sintió como la boca de lapelirroja se apoderaba de la suya sin detener el delicioso vaivén desus caderas y las caricias en su cuerpo. No era un beso inocente deun simple rose de labios, no, era la lujuria pura transformada en unbeso.

Un calor abrazador recorrió el cuerpo de ambas y nada tenía quever con la temperatura del local, era como fuego quemando bajo supiel. Venezuela sentían una extraña necesidad por apretarse más ala pelirroja y con sus dedos clavados en los hombros de la más alta,se dejó hacer por por la boca de la desconocida.

Ladeo su cabeza para darle más terreno de exploración a laatractiva mujer y a su boca.

Cada lamida, cada succión y cada mordida de la boca de la árabeen sus labios hacían temblar sus piernas, Venezuela creía que encualquier momento la harían caer al piso por lo gelatinosas queestaban. Menos mal que Siria la apretó a ella sujetando ambos musloscon sus manos por debajo del vestido.

La pelirroja chocó ambas caderas casi como una embestida haciendoque la latina de ocho estrellas soltara un ruido que se perdió enambas bocas y junto con un cosquilleo en su vientre que Venezuelasintió tan bien que quiso más de eso.

Siria había besado a algunos chicos antes de aceptar subisexualidad y no podían compararse con el beso de aquella latina.Tan lascivo que la hacía perderse entre estrellas.

Las sensaciones resultaban ser tan placenteras para ella que quisoprobar los labios contrarios metiendo su lengua en el beso tanhambriento que le daba a la rubia. Era delicioso dejarse besar, peroparticipar en esa batalla de labios lo era aún más.

En el momento en que sus lenguas se tocaron comenzaron a bailar deuna manera tan obscena como lo hacían sus cuerpos, mandando unacorriente eléctrica a todos los rincones de la venezolana. Venezuelase sintió mareada por todo el placer que estaba pasando por unsimple beso.

Su piel seguía ardiendo en calor, se estaba asfixiando en elplacer. Las manos de la pelirroja apretando sus muslos quemaban perode una forma tan deliciosa.

La siria sonrió en medio del beso para después separarse,Venezuela en un vago intento por impedirlo sus dientes apresaron ellabio inferior de la más alta haciendo que esta soltara un pequeñosonido parecido a un gruñido.



—No dejas de sorprenderme... —río sobre sus labios totalmenteencantada por la latina.



Ambas habían sido hechizadas por la la lujuria.

Por alguna extraña razón, esas palabras la emocionaron desobremanera. Dándole un último trago a su cerveza se giro dándolela espalda a la pelirroja y comenzó a bailar restregando su traseroen el atractiva siria. Cuando miró a los demás bailar y a suexperiencia previa, comprendió que eso era tan obsceno porque dealguna manera imitaba un poco al sexo.

A la vez que la ebriedad en su sistema y las inmensas ganas desentir placer, la llevaron actuar de una manera nada propia de ella.Pero era una noche que no se volvería a repetir, así que tenía queaprovechar todo lo posible.



Tampoco dejas de seducirme... —susurro ronca en el oído de lavenezolana. La más alta enterró su cabeza en el hueco en el cuellode la rubia.



Su lengua trazo un camino sin sentido por el cuello de Venezuelaquien se estremeció por ello, era tan blanda, tan caliente, tanhúmeda y tan coqueta... Fue demasiado, las cosquillas en su vientrevolvieron más recargadas de placer que se sintió abrumado.

Si las gotas de sudor recorriendo su cuello las sentía tan bien,sentir la lengua de la árabe haciendo lo mismo, había sido... milveces mejor.

Venezuela dejó de percibir la realidad en ese momento.

No pudo enterarse cuando había vuelto a tener la boca de lapelirroja devorando la suya, solo podía sentir sus labios agresivospelear con los de la contraria para ganar territorio y aquellasgrandiosas cosquillas de su vientre que la estaban volviendo loca.

Tampoco supo cual fue el momento exacto en el que salieron dellocal entre tantos besos furiosos o como entraron al auto de lapelirroja. Mucho menos cuando la pelirroja deje mordidas y algunoschupones en su cuello.

Sintió su espalda chocar con varias superficies antes de llegar auna cama. Tal vez al día siguiente se arrepentiría de lo que estabapor suceder, pero esa noche nada le importaba.

Ambos estaban cegadas por la lujuria, ya ni siquiera necesitabanel alcohol para sentirse en confianza, el placer era más embriagantey mucho más adictivo que esa amarga bebida.

Venezuela solo quería jugar con el placer, quería esa ansiadafricción.

Ellas querían divertirse esa noche como.



Unas simples desconocidas.



...¿Fin?...


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