─Lee MinHo, levántate─. gritó desde la cocina su mamá.
Ella seguía cortando algunos vegetales para el almuerzo, pasando sus dedos por sus mejillas cuando alguna lágrima piadosa caía.
Bueno, estaba cortando cebolla.
Varios minutos pasaron hasta que la respuesta que esperaba nunca llegó. Suspiró pesadamente y secó sus manos con un trapo antes de dejar el mismo sobre la mesada.
─Lee MinHo...
Murmuró mientras caminaba hacia la pieza del adolescente. Se apoyó sobre el marco de la puerta, y tan pronto como vio a su hijo tirado en la cama mientras jugaba con un cubo de rubik en el aire, se cruzó de brazos.
A pesar de haberse quedado mirándolo fijamente, y llamándole la atención por su nombre, su hijo seguía ensimismado en el cubo. La madre sabía que la había escuchado.
─Vamos a comer─. recitó, pero Minho todavía no la miraba; así que se acercó. ─ ¿Qué sucede?
Se sentó al lado, hundiendo la cama al costado de su descendiente. Agarró la mano del chico y la posó entre sus palmas, aferrando sus dedos.
─Mira, escúchame. Sé que ahora mismo la vida es muy difícil para nosotros, pero te prometo que vamos a salir adelante─. entonces, Minho la miró, sin esperanza.
¿Alguna vez tuvieron la oportunidad de observar unos ojos apagados? ¿En el espejo, o en alguien más? Si así se sentían unos ojos apagados, ¿qué quedaba de la triste mirada de Minho?
Con los ojos negros, oscuros, él sabía que en realidad sus ojos eran marrones, y a la luz del sol se aclaraban, pero por algún motivo, sentía que ni siquiera la luz del candente sol estaba de su lado para iluminarlo.
─Anda, vamos a comer algo rico que preparé para nosotros, y después salgamos─. soltó la mano de su hijo, para acariciar sus cabellos y su mejilla. Se levantó y volvió a cruzar la puerta, así que Minho no la pudo ver más.
Mantuvo la mirada sobre el marco por varios segundos, y soltó el cubo de rubik cuando ya no lo encontró interesante. Cerró los ojos, quizá buscando un poco de motivación mental para levantarse de la cama. Para muchas personas no era nada, pero para él, era un gran paso. En sus días, nunca era tan fácil salir de la cama.
No sabía si era por comodidad, porque en realidad su espalda dolía como el infierno cada vez que se levantaba, a sabiendas de que él mismo se lo provocaba si estaba siempre ahí. Pero no le molestaba la idea, aunque la espalda le doliese, tener al menos una cama que te sostenga en tus días nublados era reconfortante.
Minho consideraba que era su única amiga. No malinterpretemos, a él no le gustaba la idea de hacerse amigo con gente de su escuela o de su mismo curso, tampoco lo había intentado, y tampoco quería, pero debíamos admitir que cuando llegaba a casa, pensaba por qué no se acercaba a hablar con otros compañeros.
Quizá porque todos te miraban con mala cara al entrar, quizá porque a la mayoría le gustaba salir, fumar, beber y drogarse, y a él no. O quizá porque todos sabían que tenían un compañero gay.
Minho se sentía sólo. Y no, no necesitaba a nadie. Se necesitaba a él mismo. Podrías darle un abrazo, pero para él nada cambiaría, ni nada lo iba a hacer sentir mejor. No es que no tenga sentimientos, él los tuvo siempre, y no resultó bien nunca. Eso dejó una enorme herida, la cual también había perforado e intervenido en sus relaciones sociales.
No importaba cuánto lo consoles, cuánto lo abraces, cuánto le digas lo lindo que es, no importa absolutamente nada. Minho siempre agradecía internamente y su corazón se llenaba de cariño cada vez que alguien le dedicaba tiempo, pero ese cariño jamás podía ni podría llenar el vacío que él mismo se provocó.
Tampoco era el tipo de persona que pensaba que la gente que se acercaba, nada más lo hacían por lástima. No, le daba igual por qué motivo se acerquen o no, hasta le daba igual mirar a la cara a quién le estaba hablando.
Algo así como cuando...
─¡MinHo!
Madre santa, casi se queda dormido en clase, pero ese grito elevó su ritmo cardíaco al menos en un 50%.
─Pero por favor, más respeto, tus compañeros están dando lección, y sácate esos audífonos, en mi materia no.
Lee se estiró sobre su asiento, las chicas de atrás se rieron por el regaño de su profesora favorita, y Minho sonrió de costado, también le había causado gracia la situación. Retiró sus audífonos y los dejó sobre la mesa.
La lapicera negra que usaba no estaba funcionando, y ya tenía como veinte lapiceras gastadas en su cartuchera. Se giró a la chica de pelo largo y negro, con pestañas de ensueño y una mirada indistinguible, además de recalcar su perfecta piel blanca y las notas de excelencia en su boletín.
─Sooyin, ¿me prestas una lapicera?─ juntó sus manos para pedirle por favor, y la chica se removió algo inquieta en su asiento.
─Eh, sí, déjame revisar... ─ Minho echó un vistazo, pero por la santa madre, esa chica tenía literalmente la cartuchera llena de colores y cosas raras, como una lapicera de unicornio. Imposible que no tenga una lapicera, por lo menos una lapicera anormal.
─Uh, creo que no tengo ninguna... Lo siento.
Pero olvidamos mencionar, era tan linda que lo linda lo tenía de forra también. Lee se giró sobre su eje y alzó sus cejas, estaba seguro de que ella tenía alguna por ahí, pero bueno, no se lo tomaba personal. Ella siempre cuidaba sus cosas, y le costaba prestar útiles sin vigilar el uso que le daban.
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Uno, dos, tres, cuatro.
Uno, dos, tres.
Uno, tres.
Tres equis elevado al cuadrado más la pendiente que tiene un valor de ocho elevado al...
─Me rindo con esta mierda.
─No, ¿cómo? Si ya te está saliendo. Dale, escribe esta fórmula al lado y reemplaza los valores.
─Chan... Agradezco tu humilde ayuda, pero no creo que funcione conmigo.
─Sé que es duro de que entiendas, también te rehusaste a que te pague el desayuno. Pero si no lo hubiera hecho, te hubieras desmayado.
A veces Minho se preguntaba seriamente si el chico más heterosexual que existía en la Tierra realmente era conocedor de que era gay, o por qué diablos le hablaba.
Digo, quizás no sabía, en esa escuela ser gay significaba ser nadie. Y no es por nada, pero Chan siempre se enteraba de todo y raramente se acercaba más a él que nunca antes en sus clases.
Digno de sospechar, ¿no?
─Entonces esto... Lo paso como raíz.
Trazó una línea en el papel con el lápiz.
─Muy bien, estoy seguro de que aprobarás, ya le estás agarrando la mano.
─Como tú a mí─. miró con asco fingido a cómo la mano de Bang rozaba la suya intencionalmente.
─Ah, ah, perdón.
Bang en seguida quitó la mano y miró a los costados, tosiendo desde su garganta. A Lee le pareció adorable, ciertamente, así que no quitó su mano del lugar y sin embargo, siguió escuchando su explicación.
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➢ minsung ─ ❝ psicólogo. ❞ [2]
Novela JuvenilUna pareja de psicólogos, viviendo en una casa reconfortante, con un pequeño gatito y con memorias que hasta el día de hoy siguen atormentándolos. ¿Volvemos? Sí, volvamos. ➢minsung. ➢problemáticas psicológicas. ➢temas sensibles o aptos para mayor...